La neutralidad puede esperar
Murió Néstor Kirchner.
Palabras repicando entre lo real y lo virtual.
Entre lo sentido y lo dicho para la ocasión.
Murió Néstor Kirchner.
Político. Líder. Patriota. Bisagra. Patagónico.
Alquimista. Presidente. Justicialista. Peronista. Compañero. Adversario. Defensor.
Gladiador. Luchador.
Convicciones. Dignidad. Consenso. Disidencia. Nacional. Popular.
Conciliador. Altisonante.
Militante.
Apasionado.
Pasión y militancia es quizás el legado menos apreciado en estos casi dos días de condolencias y análisis político institucional.
Sin embargo, es el que le reconocen desde las tripas quienes lo conocieron desde su trinchera y quienes lo enfrentaron en la arena.
Pasión y militancia es el motor de los jóvenes que, como pocas veces antes, se vuelcan a la calle sabiendo que fue él con su blanco o negro quien los sacó de la conformidad.
Kirchneristas o no, cada uno en sus ruedos, reciben ese legado y los define.
Como marcará también la historia político-dirigencial de los próximos 10 años, demasiado acostumbrada a perder generaciones.
Pasión es el espejo en el que se ven reflejados los hombres y mujeres que hacen de la política su vida, que se miran a los ojos en esta devolución de la muerte y saben que poner el cuerpo los termina haciendo vulnerables más allá de todo poder.
Militancia es la vereda en que dejó parados a unos y a otros, arremolinados en torno a sus ideas e ideales, dispuestos a hacer de eso un ellos o nosotros.
Quizás desmedido, quizás hasta incivilizado, pero nunca neutral.
La neutralidad pudo esperar a cada paso de Néstor Kirchner.
Por estrategia o convicción, obligó a toda una sociedad a poner el cuerpo por uno o por otro lado, a decir… a salir y decir… a plantarse y plantearse en qué creía…
En la construcción de las repúblicas, el foro es esencial. Ese rumiar la cosa pública hasta el hastío. Y él supo alimentar la fogata del foro.
Estará en cada dirigente, en cada ciudadano, en cada argentino saber cómo alimentar la fogata a partir de ahora y que la palabra siga girando en la ronda… y no calle más.
Palabras repicando entre lo real y lo virtual.
Entre lo sentido y lo dicho para la ocasión.
Murió Néstor Kirchner.
Político. Líder. Patriota. Bisagra. Patagónico.
Alquimista. Presidente. Justicialista. Peronista. Compañero. Adversario. Defensor.
Gladiador. Luchador.
Convicciones. Dignidad. Consenso. Disidencia. Nacional. Popular.
Conciliador. Altisonante.
Militante.
Apasionado.
Pasión y militancia es quizás el legado menos apreciado en estos casi dos días de condolencias y análisis político institucional.
Sin embargo, es el que le reconocen desde las tripas quienes lo conocieron desde su trinchera y quienes lo enfrentaron en la arena.
Pasión y militancia es el motor de los jóvenes que, como pocas veces antes, se vuelcan a la calle sabiendo que fue él con su blanco o negro quien los sacó de la conformidad.
Kirchneristas o no, cada uno en sus ruedos, reciben ese legado y los define.
Como marcará también la historia político-dirigencial de los próximos 10 años, demasiado acostumbrada a perder generaciones.
Pasión es el espejo en el que se ven reflejados los hombres y mujeres que hacen de la política su vida, que se miran a los ojos en esta devolución de la muerte y saben que poner el cuerpo los termina haciendo vulnerables más allá de todo poder.
Militancia es la vereda en que dejó parados a unos y a otros, arremolinados en torno a sus ideas e ideales, dispuestos a hacer de eso un ellos o nosotros.
Quizás desmedido, quizás hasta incivilizado, pero nunca neutral.
La neutralidad pudo esperar a cada paso de Néstor Kirchner.
Por estrategia o convicción, obligó a toda una sociedad a poner el cuerpo por uno o por otro lado, a decir… a salir y decir… a plantarse y plantearse en qué creía…
En la construcción de las repúblicas, el foro es esencial. Ese rumiar la cosa pública hasta el hastío. Y él supo alimentar la fogata del foro.
Estará en cada dirigente, en cada ciudadano, en cada argentino saber cómo alimentar la fogata a partir de ahora y que la palabra siga girando en la ronda… y no calle más.