#MiUnicoHeredero


Hoy cumplimos un mes, esta columna y yo. Ha sido una relación compleja, con hastíos e indiferencias, cargada de nuevos comienzos y desafíos renovados. Volvemos a elegirnos. ¿A ver si esta vez logramos? 

Con la militancia digital pasa lo mismo que con esos novios que no son lo que tus viejos, familia y amigos esperaban para vos – demasiado muchas cosas de esas “raras” y poco de lo que se ajusta al molde “como debe ser”.
Igual destino corre el resultado: a vos -que estás de cabeza en la cancha- nada te importa menos que la tribuna y ni qué hablar al novio, que ya venía bastante liberado de entrada.

Perdón!?, diría una concejal comodorense cuando empieza a indignarse.
Si. Eso pasa.
Y por ahora el novio solo es peronista, porque el radical apenas comienza a tomar nota y el resto de los partidos pasea entre la química instantánea y el desencanto.


Juguemos a hacer zoom en algunas muestras de esto tan raro.


Zoom in a uno de los candidatos a intendente 2011 en Chubut.
Varios meses después de resultar electo, el aludido decidió cerrar el perfil público en redes sociales que había sido creado para la campaña (faux pas basado en el argumento “para qué quiero esto si no lo entiendo”)
En fin, enfoquemos.
La persona encargada de la tarea, al ingresar a la casilla de e-mail vinculada a esas redes, encontró más de 32.000 correos electrónicos. Notificaciones de seguimiento, mensajes privados vía Facebook y Twitter, publicaciones gustadas y compartidas, comentarios hechos en muros, citas y retweets.
Todo prolijo e informado. A quién le había gustado qué cosa, muchas veces con la explicación del por qué. De qué temas querían sus ciudadanos que hablara, qué gestiones pedían para su ciudad, qué esperaban de él. Todo un “estudio de mercado” cívico.
Nunca supo qué valor tuvo cada uno de esos contactos mientras lo recibía porque su equipo de campaña digital había dejado de operar los perfiles incluso antes del día de la elección.
Supongamos, en un cálculo conservador, que al menos 3.000 - 5.000 de esas personas representaba un voto, por sí mismas o por sus círculos de influencia.
Fueron poco menos que 400 los votos de diferencia finales entre el candidato a gobernador que lideraba la boleta de ese dirigente y el opositor.
La cuestión ya no es todo lo que valen esos votos, esas interacciones, sino todo lo que cuesta en términos políticos ignorarlas, desmerecerlas, dejarlas fuera de juego.


Zoom out. Zoom in. Ahora, sobre las elecciones presidenciales 2011.

En su informe de “escucha activa”, la consultora internacional Autoritas provoca con una cita: “Hay miles de personas cantando nuestros temas. Es importante saber qué canciones están cantando”.
Su relevamiento de temáticas e influenciadores es pionero. Niveles de conversación, temáticas, orígenes en redes y medios online, atributos valorados en candidatos…
Solo un multimedios patagónico fue incluido entre los influenciadores en prensa online: el Diario Río Negro.  No es casual que también sea uno de los primeros medios tradicionales de la región en haber tenido una estrategia de posicionamiento digital.
Otro de los datos de interés es que el segundo influenciador en Twitter fue el chubutense Fabricio Casarosa, bastante vapuleado en los últimos tiempos por un sector del justicialismo online por su militancia digital. El PJ Digital Chubut, del cual es referente, ocupó la novena posición. Otro “no es casual” en este caso, ya que el PJ Digital ha sido precursor en activismo político online en Argentina.
Antes que los suspicaces de siempre crean que la medición es solo para una vereda, aclaro que el ranking incluye un arco muy variado de periodistas, canales y agencias de noticias, partidos políticos, dirigentes, consultoras y webs.


Zoom out. Último zoom in: la cibermilitancia social.

Una de las críticas más fuertes hacia la militancia digital es una supuesta exclusión de los sectores sociales sin acceso a la tecnología.
Con el avance de conectividad y acceso a dispositivos móviles y netbooks estatales, la brecha se va achicando. No desaparece, pero la web 2.0 ofrece muchos ejemplos de que estamos más incluidos de lo que muchos eligen creer.
Existen casos colectivos, como el activismo ambiental que ha desplegado el Foro Ambiental y Social de la Patagonia desde su perfil en Facebook, con 2.053 personas interactuando en su muro en la actualidad.
En la misma red, son varias las asociaciones vecinales que encuentran un espacio para promocionar su acción barrial, como también los clubes y los grupos de temáticas focalizadas en asuntos como la inseguridad, acciones solidarias y movidas culturales.
Hace unas semanas llegué a un grupo de 20 o 30 familias de un barrio que abrió su cuenta en Twitter. Desde allí piden limpiezas para los espacios públicos, difunden cuando organizan operativos de mejora los mismos vecinos o el municipio, y reclaman atención y coherencia de gestión a sus gobernantes electos.


Cibermilitancia, militancia digital, militantes 2.0, que en la negativa se convierten en trolls, ciberñoños, cibernabos y siguen las denominaciones.

Puedo escuchar las mismas voces que vengo leyendo tweet tras tweet, o encontrando en cada entrevista.
Que no es lo mismo… Que la cibermilitancia es solo una herramienta... Que no se puede prescindir de los pies en el barro... Que militancia es la otra y no este invento de jóvenes que no conocen la doctrina ni la historia…

Si. Si.

No es lo mismo salir una noche a pegar afiches, calcularle por dónde va a andar la cuadrilla del otro y pegarle encima todo si la campaña viene embarrada, que organizar un hashtag colectivo sobre un tema común, lanzarlo en red y cruzar a determinadas cuentas del opositor de turno.
Tampoco es igual sentarte toda una tarde en la sede, a matear y analizar los grandes temas nacionales y los poblados conventillos locales, que organizar mesas por mensaje privado, hablar en código de los rumores del momento o abrir debate, mientras tomás mate rodeado de “compañeros” virtuales de toda tu provincia o país.
Es distinto estar sumergidos en las realidades de los barrios, que poder dar a conocer en dos segundos esas realidades con una foto desde cualquier teléfono. El término “digital” por sí mismo pareciera anular toda posibilidad de que la misma persona que twittea, postea en un blog o alimenta su perfil en Facebook pueda conocer su barrio, su gente, y discutir en sus ámbitos "físicos" las políticas que defiende en caracteres.

No. No.
No es lo mismo.

Porque claro, militancia es ir y estar. “Esto” no es eso.
“Esto” no está legitimado por ningún voto, ni avalado por ningún dirigente, ni siquiera ha dado origen a nada histórico que se recuerde.

No. ¿No?

Los viejos comandantes son los que más resisten “esto”, aunque de a poco algunos se van animando y hasta llegan al ruedo aquellos que lo critican pisando la misma arena. Les guste o no, Aníbal Fernández ha sido un precursor en el camino: hoy explica sus proyectos legislativos con videos, sus presentaciones tienen transmisión online y su blog es una buena muestra de qué tan abierta y moderna puede ser una gestión parlamentaria.
De alguna manera, muchos códigos internos desaparecen con “esto”, mucho alineamiento se pierde, a la par que otros nuevos se construyen. Los errores siempre serán errores, claro, pero en este nuevo ruedo hasta pueden ser valorados.

Es cierto que es una herramienta.
Una que difunde, viraliza conocimiento y posturas, y profundiza si quiere… y sino, no.
Aprende realidades por su cuenta, las refleja muchas veces sin intermediarios y sale con cortafuegos frente a muchas “operaciones”.
Una que hace la militancia que más se le parece y no la que se ha entendido como única todos estos años.
No es más ni menos que cualquier otra militancia, es solo que existe en un universo que “cantará su canción” desde el lugar que elija hacerlo y no desde donde muchos viejos y jóvenes-viejos dirigentes quieren que lo haga. Por lo tanto, la música debe encontrarlos en esos espacios.

Es cuanto menos divertido ver, leer y escuchar los males que se le asignan a la cibermilitancia hoy en Argentina: ser rentada, carecer de contenido y doctrina, no tener formación que le permita discernir, responder a una verticalidad ciega.
Con eso en mente repasemos lo que siempre se ha construido en el ideario de un puntero político tradicional. No difiere demasiado.
En la realidad, al contrastar imaginario colectivo con observación sin prejuicios, surgen las sorpresas.

Una demasiado peruca me decía una noche no hace mucho tiempo: “nosotros armamos como una sub-frecuencia”. Se refería a esto de ir con su propio tambor generacional dentro del peronismo, no en particular de la militancia 2.0 aunque ella pertenece a ese grupo.

Piazzola no era tango. El himno de Charly no era himno. La Sole nunca fue folklore. Todo lo que no cumple con la etiqueta, no es. Será cualquier otra cosa. Los blogs no son literatura. El “periodismo ciudadano” no es verdadero periodismo. Y “esto” no es militancia.

Los nuevos lenguajes nunca son lo que la academia quiere: demasiado altisonantes, desgobernados, desconocidos. Demasiado propios.
Están fuera de los dominios del señor feudal de turno o, por lo menos, de su control total y absoluto.

“Esto nos dejó el General, mirá…”, decía un compañero de la vieja guardia aquella noche, “la revolución de los Blackberry nos dejó…”.

Sí, esta es la revolución que les legó Perón, a propios y ajenos. A la política argentina, en fin.
La revolución de los Blackberry, los iPads, las tablets, las compus prestadas, los muros virtuales, los pajaritos azules que solo hacen off para dormir.
Todavía se despereza y muchas veces se toma el tiempo para pensar por dónde quiere seguir. Busca voces, formas, une todos los medios, contrasta, cita fuentes de lo más diversas y hasta a veces extrañas, rompe el monopolio de la información política y mediática.


Una forma revolucionaria y digital de mantener el poder en su único heredero, incluso si este decide deletearlo, arrobarlo, etiquetarlo y postearlo de nuevo.

  
Viejos… familia… amigos…: les presento a mi novio.