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Mostrando las entradas de febrero, 2008

Cuatro años y un día

Hoy es 29 de Febrero. El primero después de cuatro años. El último día que vivió Susana. Un día como hoy terminó sus vacaciones en Esquel, se subió a un auto y emprendió el camino de regreso a Comodoro. Nunca llegó. La Ruta Nacional 40, entre Tecka y Gobernador Costa, le llevó la vida. Susana era genial, graciosa, leal. Era una de mis mejores amigas. Nada es lo mismo cuando los amigos se van tan pronto y sin avisar. Es una de esas verdades de la vida que tiene una tristeza tan profunda como ausencia de razones. Días después del accidente empezamos a investigar antecedentes, sólo para descubrir que el mismo lugar había sido testigo de varios otros por las mismas razones. Encontramos registros de las gestiones de las Cámaras de Comercio de Comodoro Rivadavia y Esquel ante Vialidad Nacional, declaraciones de autoridades provinciales relacionando las altas cifras de accidentes viales con el mal estado de las rutas, gestiones de legisladores nacionales ante los organismos correspondientes p

Hay equipo

Hoy cerró la primera encuesta que decidí incluir en este espacio. La consigna era: “Si Mario Das Neves fuera candidato a Presidente en el 2011…” y las posibles respuestas pasaban por “lo votaría”, “no lo votaría” y “no sé si lo votaría”. Once lectores contestaron la encuesta. Se me dirá -y yo lo aceptaré- que es un número ínfimo. Ni siquiera da para un diminuto botón de muestra. Como sea, es interesante. Si de 11 personas, dos lo votarían, dos no saben y siete optan por el absoluto no, quizás algo se pueda leer detrás de las líneas ajustadas y llevar a números más grandes. Dejaremos las lecturas para los Richelieu de bolsillo que rondan -y en hordas a veces- a las figuras de poder por estas tierras, mientras olfateamos en el aire esa máxima argenta que indica que la misma fuerza que sostiene es la que un día se cansa y aplasta. Estos últimos cuatro años para muchos tienen el signo de la desesperación, de acomodar el ganado antes de que se cierren las tranqueras de acceso tan bien habil

Pobre niña rica

Siempre me ha asombrado esa extraña actitud de pataleo que tenemos los comodorenses y que, sin querer queriendo, nos aleja de todo lo que podríamos ser. Hablo de ese berrenchismo de nena malcriada que quiere todo lo que los otros tienen y, cuando consigue algo en particular, lo mira con desdén, lo hace a un lado, quiere lo otro que no le dieron y se deshace en reclamos invocando justicia y alegando merecimiento. Que mi ciudad se merece destinos de grandeza es algo en lo que elijo creer. Todos pensamos más o menos lo mismo de nuestros lugares en el mundo. Sin embargo, hay un detalle: la única barrera entre mi ciudad y su destino somos los comodorenses. Raza no gregaria, todavía hoy –pasado el boom migratorio- miramos con desconfianza a los no tan recién llegados y seguimos socializando de la puerta para adentro con “los de toda la vida”. No generamos espacios de encuentro, actividades de inclusión, nuevos lugares con identidades múltiples. Todo es nosotros, lo nuestro, lo nyc. Y miramos

Paréntesis

Hoy no tengo ganas de pensar en tableros políticos ni vanidades del mismo ramo. Sí quiero escribir, desde hace unos días, sobre algo importante que nos estuvo pasando y no dependió de urnas, ni de iluminados, ni de posicionamientos. La semana pasada, por primera vez en mucho tiempo, fuimos una comunidad. Nos unimos en torno a una causa en común, extraño como suena. Algunos, por el rédito económico. Otros, por estar ligados a la actividad que convocaba. Y muchos otros –más anónimos, quizás- por sostener y reconocer el esfuerzo que alguien, a quien sólo conocíamos por nombre o profesión, había hecho para todos. Es casi un relato épico, donde el héroe no porta espada sino vela, pero al mismo tiempo es una historia de un hombre común y de su gente. Es la historia de una persona que imagina una oportunidad. Le da forma al ideal y le suma compromiso. Se lanza literalmente al mundo y le cuenta de esa posibilidad, todavía muy pequeña como para poder convertirse en algo palpable. Los años pasan

Good Show

A veces pienso que en materia de gestiones culturales vamos perdidos. Así, sin chance de optimismo. Pensarlo no sería nada si no fuera porque, más o menos cada cuatro años, la idea tiene a reafirmarse. Superado el asombro de ver confundir y sojuzgar conceptos sin tregua, más de una vez sólo queda la profunda desazón de ver que, capítulo tras capítulo, se repite la historia. Y no pasa por una mera resistencia al cambio, como se ha declarado con absoluta convicción. Pasa por el hastío de ver cómo la cultura también se ha convertido en territorio de deterministas que deciden qué es cultura y qué no, y lo comunican con una ligereza tal que deja entrever más que firmeza de carácter, llana ignorancia. De cada ciudad en la que he estado, argentina o extranjera, siempre me ha cautivado por partes iguales el circuito oficial con sus museos, muestras y teatros, como el circuito alternativo con la informalidad del arte callejero, la música al paso y las voces de las minorías que distan mucho de s

Había una vez…

Había una vez un lejano petroreino que volvía a tener Intendente. Había una vez una mesa redonda de gabinete, con lobos viejos y muy pocos corderos. Había una vez un pueblo que soñaba con ser Camelot. En las intrigas de palacio, que comenzaron incluso antes de llegar, los rumores jugaban un ajedrez que movía piezas de acuerdo a los ánimos políticos de más arriba, de los zigzagueantes pasillos y las promesas por cumplir. Y así amaneció Enero: con la resaca de un Diciembre de primeros nombramientos y poca acción, la promesa de un lejano Marzo que agite el avispero y, en el medio, la muy mala pata de un derrame de petróleo que se transformó en la primera crisis de la gestión y sirvió de primer espejo de los ruedos encontrados que se jugarán el poder dentro de la misma de aquí en más. Que el poder político está relacionado con los manejos de las “cajas”, con el armado y control de cuadros propios internos y externos, y con muchísima cintura es lo que hay que tener en claro como el ABC par

Autitos chocadores

Hace unos días veía en uno de los canales locales cómo se daban a conocer las alternativas de un control de alcoholemia llevado adelante por el área correspondiente, con el respectivo Subsecretario a cargo de implementación y declaraciones posteriores. Me pregunté entonces lo que me ha quedado como duda de siempre: si acaso sirven estos controles aislados cuando el conductor irresponsable está en todas partes, no alcoholizado precisamente, y poniendo muchas vidas bajo el capricho de sus (in)habilidades al volante. O mejor aún: ¿estamos apuntando realmente al problema? La vida moderna tiene maneras para sacar a un ser humano de ese equilibrio, a veces precario, que lo lleva a mantener la presión a raya. Y para esto, la petrovida en la que nos debatimos los comodorenses nos brinda algunas alternativas que van desde el consumismo exacerbado hasta la superficialidad absoluta. Y en medio, claro, la creencia de que tenemos todo bajo control y nada ni nadie puede desafiarnos. Cuando lidiamos