Los chicos malos
Este no ha sido un año muy prolífico para mis letras en este espacio.
Quizás hubo demasiado “en el micrófono” para el silencio que requiere escribir pensando desde el otro lado.
O tal vez todo sucedió con paso tan fugaz que las columnas iban cayendo a cada golpe de timón que zamarreaba personajes e historias.
No significa que esta en particular sí valga la pena ser escrita o leída, pero es la primera vez en meses que realmente tengo ganas de contar algo y voy a por ello.
De un tiempo a esta parte escucho a una amiga política decir, a la hora de justificar el imparable ascenso de algunos sub50 del tablero chubutense: “es que son kamikazes, no tienen miedo y van por todo”.
Invariablemente, siempre que la escucho, pienso: “tiene razón…”
Y en el fondo me queda una sensación que se parece mucho a la envidia, otro tanto a la duda y también un poco a la aventura de imaginar cómo será un mapa político provincial dominado por esos nombres en los próximos diez años.
La pregunta que permanece en el rebote mental es: ¿el cambio logrará ser un cambio que perdure?
Desde que se oficializaron las principales candidaturas a la Gobernación para el 2011 y ya todos saben quién es la figura que tienen enfrente, resta dirimirse la cuestión de qué los hará diferentes a unos de otros, entrampados en un posdasnevismo que los iguala como tabla rasa.
Es un interrogante todavía sin coordenadas y quizás no sepamos cuál será el rumbo que bifurque esos caminos hasta los últimos 20 días de campaña.
La certeza que pintó el blanco y negro en el tablero es otra.
El justicialismo “dasnevista” puso una vez más la bisagra en el cambio dirigencial de la provincia. Y, aunque abierta en ese ruedo, la puerta se mueve con mucho más que gente de su palo.
Desde la UCR, las voces cantantes de la discordia se mueven dentro del mismo casillero sub50.
Son militantes de años ya no dispuestos a dejar pasar los ciclos naturales de una renovación que no se apura. Algunos de ellos han dado, y sospecho seguirán aportando, más de un dato interesante en la disgregación de base que presenta el partido, preservado en la cúspide por un pegote de unidad que no termina de sellar las fracturas.
Posicionado por ese acuerdo, Pedro Peralta es a pesar de todo un candidato esperado y hasta bienvenido que bien podría encuadrarse en ese seleccionado.
Lleva en sus espaldas el peso de los popes históricos de su fuerza y las ganas de ser gobierno de los jóvenes que no fueron parte de los años dorados. Entre los dos mundos radicales, aún no logra el acompañamiento de las líneas ninguneadas por el cierre de listas que boyan entre el éxodo y la apatía, lo que se convierte en una gran pérdida para una de las promesas sostenidas por la zona sur en los últimos juegos electorales.
Desde la CC-ARI, aunque la candidatura a la Gobernación recayó en el sector histórico y la figura de Fernando Urbano, desde Comodoro Rivadavia hace años que Javier Genta supo cómo crecer y manifestarse en los momentos indicados, para ser hoy una de las mejores apuestas de la oposición comodorense y con varios lamentando su afiliación a una fuerza minoritaria.
Aún así, su voz -sumada a la de José María Ramón en el Valle- no logra subir el tono del coro fundador del partido que se encastra en un registro medio, el cual pareciera no querer abandonar.
Desde el justicialismo “efepevé”, la movida se siente menos pero es un hecho que el postulante a la Gobernación es parte de esta nueva ola.
Carlos Eliceche resulta, bien mirado, un candidato con un carisma subyacente mucho más interesante del que muestra hacia afuera, aunque rodeado de una red política de la que deberá zafar un poco al menos para dar el salto de fe que lo lleve a la Gobernación.
Con el perfil de transición más propicio de entre todos sus oponentes, está en el punto caramelo que pueden acreditar muy pocos: larga militancia-gestión pública transversal-estilo político de cercanías.
Con esa polaroid, es un menos inoportuno la estrategia errática en la que parece sumida su campaña, en un espacio con demasiados caciques para el bien de su propia proyección. Sin embargo, en un mundo de justicialismo no dividido podría haber sido el candidato ideal para una sucesión que, aunque pueda parecer natural, tendrá su propia bola con cadena en la marca registrada de Das Neves que tardará más años de los que a muchos les gustaría en dejar de pesar.
Volviendo al punto de partida, desde el mismo oficialismo las dos figuras sobre las que giran los afiches y las apuestas de continuidad, son el mejor botón de muestra de la tendencia que apenas asoma en otras fuerzas.
De Martín Buzzi poco puede teorizarse en este espacio que ya no se haya escrito.
Mientras muchos hablan del error político y del Plan B que representa su candidatura, elijo pensar que su perfil es el que encaja en el objetivo de la próxima gestión provincial según el diseño de continuidad dasnevista: alguien con visión poco convencional para un plan de desarrollo productivo, hormigonado por las obras de infraestructura de su antecesor en el cargo.
Cualquier Gobernador que llegue deberá enfrentar el mismo desafío, aunque no todos lo comprendan y la agenda de gobierno plantee muchos otros con bandera de urgente.
Ni la deuda de infraestructura está saldada, ni la seguridad está garantizada en ninguno de sus abordajes, ni Buzzi es la octava maravilla.
Aún así, si lo que existió detrás de la elección de su figura es la planificación de desarrollo y producción largamente debida para el Chubut, se ve el hilo de la trama cuando algunas voces como la del Secretario de Ciencia y Tecnología, Fernando Menchi –muy ajeno al vapuleo discursivo mediático de la gestión- comienzan a identificar las garantías que en esos términos implican la nominación del comodorense.
Pero el perfil más sugestivo es el del otro, el del segundo.
Incomprendido y hasta condenado por su propia base, Gustavo Mac Karthy ha sido la rata sabia del laberinto de acuerdos al “ceder” la promesa de un poder manifiesto por la garantía de acceso al verdadero: el que está detrás del sillón y teje las redes.
Desde un lugar expectante, con actores en puestos claves de la administración, con una mente lo suficientemente astuta como para no permitirse desvíos de discurso que traicionan a más de uno y la genética de justicialismo chubutense para trazar la avanzada, será de lo más interesante para ver en términos de nuevos dirigentes si marzo le da el pase al poder provincial.
Por si algo le faltara, representa al aparato de poder político más eficiente que ha tenido la provincia en su historia y, lo digiera o no a la dirigencia sureña, es el dato de una realidad ineludible y que llevará años de construcción consciente equilibrar, sea o no comodorense el próximo Gobernador.
Estos son los sub50, aunque algunos pasen la edad documento en mano o estén al borde.
No tienen miedo ni sentido de posteridad.
No van por el bronce, van por el cambio y lo que ese cambio genere. Lo entienden como parte fundamental de su posicionamiento.
Mutan y se reinventan. El camaleonismo los ayuda a adaptarse a cualquier entorno.
Respetan sólo las canas que eligen, pero no las veneran como intocables. Parte de la irreverencia de las edades, quizás, pero también de reconocerse más en su propia experiencia que en el GPS prestado y con mapas que ya casi no existen.
Para aquellos acostumbrados a los largos caminos institucionales y orgánicos, la fugacidad con la que se mueven se asemeja a precariedad, y el progreso a paso acelerado a algo muy similar al paracaidismo.
Cierran acuerdos impensados, para muchos inaceptables. Explican sólo lo necesario, deciden lo imposible. Si se arrepienten o no, lo mascullan sin que otros se enteren.
Las bases se confunden, los históricos los condenan, aunque se cuidan de hacerlo en el estricto off the record y la mesa de café.
A la hora de comunicar, construyen discursos por momentos tan blindados que cada infidencia suena a una estrategia cuidadosamente planeada. Para los más americanizados, el revoleo de media se profesionaliza con diseños de consultores por lo general alejados de los ruedos locales y aún así efectivos.
Uno de los últimos legados políticos de Mario Das Neves fue el más audaz.
Quebró de una patada el techo de cristal de la política vernácula.
Por ánimo propio o contagiado por el círculo cercano que lo rodea, el hecho es que se lo lleva puesto hacia donde vaya y a nosotros nos queda lo que devenga de ello.
Y está claro que no hablo de los inefables niñatos con poder, sino de los que a pesar de todas las etiquetas adosadas por terceros coparon la parada, sin preocuparse ni demorarse demasiado en los rótulos ni en los avales de los Pater Eternum.
Como parte de esa generación no puedo sino esperar que la decisión pruebe ser acertada, que el experimento salga bien y se amplíe hasta abarcar a las chicas malas, que son tan pocas y están tan relegadas en el fenómeno que no pasan el corte.
El lugar femenino en las listas vino a ser ocupado por el rol de sostenimiento en el tiempo más que por el de nuevos cuadros. Aunque muchos nombres se estrenarán en las urnas, lo cierto es que no son debutantes en la agenda y a nadie le preocupa con seriedad la falta de influencia del género en la política provincial.
Resumiendo: las nenas sostienen, fundamentan, pero no innovan.
En esta también nos quedamos atrás. Con presencia, pero un paso atrás.
¿Alguna vez alguien pateará ese techo de cristal también para nosotras y nos animaremos a ponernos al mismo ritmo en la marcha?
Ojalá, me digo como deseo de este año que termina y sabiendo que el próximo ya tiene perfume de hombre.
“Es que son kamikazes, no tienen miedo y van por todo”.
Y bueno: habrá que juntar coraje…
Quizás hubo demasiado “en el micrófono” para el silencio que requiere escribir pensando desde el otro lado.
O tal vez todo sucedió con paso tan fugaz que las columnas iban cayendo a cada golpe de timón que zamarreaba personajes e historias.
No significa que esta en particular sí valga la pena ser escrita o leída, pero es la primera vez en meses que realmente tengo ganas de contar algo y voy a por ello.
De un tiempo a esta parte escucho a una amiga política decir, a la hora de justificar el imparable ascenso de algunos sub50 del tablero chubutense: “es que son kamikazes, no tienen miedo y van por todo”.
Invariablemente, siempre que la escucho, pienso: “tiene razón…”
Y en el fondo me queda una sensación que se parece mucho a la envidia, otro tanto a la duda y también un poco a la aventura de imaginar cómo será un mapa político provincial dominado por esos nombres en los próximos diez años.
La pregunta que permanece en el rebote mental es: ¿el cambio logrará ser un cambio que perdure?
Desde que se oficializaron las principales candidaturas a la Gobernación para el 2011 y ya todos saben quién es la figura que tienen enfrente, resta dirimirse la cuestión de qué los hará diferentes a unos de otros, entrampados en un posdasnevismo que los iguala como tabla rasa.
Es un interrogante todavía sin coordenadas y quizás no sepamos cuál será el rumbo que bifurque esos caminos hasta los últimos 20 días de campaña.
La certeza que pintó el blanco y negro en el tablero es otra.
El justicialismo “dasnevista” puso una vez más la bisagra en el cambio dirigencial de la provincia. Y, aunque abierta en ese ruedo, la puerta se mueve con mucho más que gente de su palo.
Desde la UCR, las voces cantantes de la discordia se mueven dentro del mismo casillero sub50.
Son militantes de años ya no dispuestos a dejar pasar los ciclos naturales de una renovación que no se apura. Algunos de ellos han dado, y sospecho seguirán aportando, más de un dato interesante en la disgregación de base que presenta el partido, preservado en la cúspide por un pegote de unidad que no termina de sellar las fracturas.
Posicionado por ese acuerdo, Pedro Peralta es a pesar de todo un candidato esperado y hasta bienvenido que bien podría encuadrarse en ese seleccionado.
Lleva en sus espaldas el peso de los popes históricos de su fuerza y las ganas de ser gobierno de los jóvenes que no fueron parte de los años dorados. Entre los dos mundos radicales, aún no logra el acompañamiento de las líneas ninguneadas por el cierre de listas que boyan entre el éxodo y la apatía, lo que se convierte en una gran pérdida para una de las promesas sostenidas por la zona sur en los últimos juegos electorales.
Desde la CC-ARI, aunque la candidatura a la Gobernación recayó en el sector histórico y la figura de Fernando Urbano, desde Comodoro Rivadavia hace años que Javier Genta supo cómo crecer y manifestarse en los momentos indicados, para ser hoy una de las mejores apuestas de la oposición comodorense y con varios lamentando su afiliación a una fuerza minoritaria.
Aún así, su voz -sumada a la de José María Ramón en el Valle- no logra subir el tono del coro fundador del partido que se encastra en un registro medio, el cual pareciera no querer abandonar.
Desde el justicialismo “efepevé”, la movida se siente menos pero es un hecho que el postulante a la Gobernación es parte de esta nueva ola.
Carlos Eliceche resulta, bien mirado, un candidato con un carisma subyacente mucho más interesante del que muestra hacia afuera, aunque rodeado de una red política de la que deberá zafar un poco al menos para dar el salto de fe que lo lleve a la Gobernación.
Con el perfil de transición más propicio de entre todos sus oponentes, está en el punto caramelo que pueden acreditar muy pocos: larga militancia-gestión pública transversal-estilo político de cercanías.
Con esa polaroid, es un menos inoportuno la estrategia errática en la que parece sumida su campaña, en un espacio con demasiados caciques para el bien de su propia proyección. Sin embargo, en un mundo de justicialismo no dividido podría haber sido el candidato ideal para una sucesión que, aunque pueda parecer natural, tendrá su propia bola con cadena en la marca registrada de Das Neves que tardará más años de los que a muchos les gustaría en dejar de pesar.
Volviendo al punto de partida, desde el mismo oficialismo las dos figuras sobre las que giran los afiches y las apuestas de continuidad, son el mejor botón de muestra de la tendencia que apenas asoma en otras fuerzas.
De Martín Buzzi poco puede teorizarse en este espacio que ya no se haya escrito.
Mientras muchos hablan del error político y del Plan B que representa su candidatura, elijo pensar que su perfil es el que encaja en el objetivo de la próxima gestión provincial según el diseño de continuidad dasnevista: alguien con visión poco convencional para un plan de desarrollo productivo, hormigonado por las obras de infraestructura de su antecesor en el cargo.
Cualquier Gobernador que llegue deberá enfrentar el mismo desafío, aunque no todos lo comprendan y la agenda de gobierno plantee muchos otros con bandera de urgente.
Ni la deuda de infraestructura está saldada, ni la seguridad está garantizada en ninguno de sus abordajes, ni Buzzi es la octava maravilla.
Aún así, si lo que existió detrás de la elección de su figura es la planificación de desarrollo y producción largamente debida para el Chubut, se ve el hilo de la trama cuando algunas voces como la del Secretario de Ciencia y Tecnología, Fernando Menchi –muy ajeno al vapuleo discursivo mediático de la gestión- comienzan a identificar las garantías que en esos términos implican la nominación del comodorense.
Pero el perfil más sugestivo es el del otro, el del segundo.
Incomprendido y hasta condenado por su propia base, Gustavo Mac Karthy ha sido la rata sabia del laberinto de acuerdos al “ceder” la promesa de un poder manifiesto por la garantía de acceso al verdadero: el que está detrás del sillón y teje las redes.
Desde un lugar expectante, con actores en puestos claves de la administración, con una mente lo suficientemente astuta como para no permitirse desvíos de discurso que traicionan a más de uno y la genética de justicialismo chubutense para trazar la avanzada, será de lo más interesante para ver en términos de nuevos dirigentes si marzo le da el pase al poder provincial.
Por si algo le faltara, representa al aparato de poder político más eficiente que ha tenido la provincia en su historia y, lo digiera o no a la dirigencia sureña, es el dato de una realidad ineludible y que llevará años de construcción consciente equilibrar, sea o no comodorense el próximo Gobernador.
Estos son los sub50, aunque algunos pasen la edad documento en mano o estén al borde.
No tienen miedo ni sentido de posteridad.
No van por el bronce, van por el cambio y lo que ese cambio genere. Lo entienden como parte fundamental de su posicionamiento.
Mutan y se reinventan. El camaleonismo los ayuda a adaptarse a cualquier entorno.
Respetan sólo las canas que eligen, pero no las veneran como intocables. Parte de la irreverencia de las edades, quizás, pero también de reconocerse más en su propia experiencia que en el GPS prestado y con mapas que ya casi no existen.
Para aquellos acostumbrados a los largos caminos institucionales y orgánicos, la fugacidad con la que se mueven se asemeja a precariedad, y el progreso a paso acelerado a algo muy similar al paracaidismo.
Cierran acuerdos impensados, para muchos inaceptables. Explican sólo lo necesario, deciden lo imposible. Si se arrepienten o no, lo mascullan sin que otros se enteren.
Las bases se confunden, los históricos los condenan, aunque se cuidan de hacerlo en el estricto off the record y la mesa de café.
A la hora de comunicar, construyen discursos por momentos tan blindados que cada infidencia suena a una estrategia cuidadosamente planeada. Para los más americanizados, el revoleo de media se profesionaliza con diseños de consultores por lo general alejados de los ruedos locales y aún así efectivos.
Uno de los últimos legados políticos de Mario Das Neves fue el más audaz.
Quebró de una patada el techo de cristal de la política vernácula.
Por ánimo propio o contagiado por el círculo cercano que lo rodea, el hecho es que se lo lleva puesto hacia donde vaya y a nosotros nos queda lo que devenga de ello.
Y está claro que no hablo de los inefables niñatos con poder, sino de los que a pesar de todas las etiquetas adosadas por terceros coparon la parada, sin preocuparse ni demorarse demasiado en los rótulos ni en los avales de los Pater Eternum.
Como parte de esa generación no puedo sino esperar que la decisión pruebe ser acertada, que el experimento salga bien y se amplíe hasta abarcar a las chicas malas, que son tan pocas y están tan relegadas en el fenómeno que no pasan el corte.
El lugar femenino en las listas vino a ser ocupado por el rol de sostenimiento en el tiempo más que por el de nuevos cuadros. Aunque muchos nombres se estrenarán en las urnas, lo cierto es que no son debutantes en la agenda y a nadie le preocupa con seriedad la falta de influencia del género en la política provincial.
Resumiendo: las nenas sostienen, fundamentan, pero no innovan.
En esta también nos quedamos atrás. Con presencia, pero un paso atrás.
¿Alguna vez alguien pateará ese techo de cristal también para nosotras y nos animaremos a ponernos al mismo ritmo en la marcha?
Ojalá, me digo como deseo de este año que termina y sabiendo que el próximo ya tiene perfume de hombre.
“Es que son kamikazes, no tienen miedo y van por todo”.
Y bueno: habrá que juntar coraje…