Luchar por Chubut


Las elecciones legislativas de este año tienen para Chubut un condimento aún más interesante que la traición: las postrimerías del rencor.
A los que estén por apuntar que eso es territorio femenino, puedo concederles que la venganza lo es, pero el rencor es charco donde son los hombres quienes se enlodan con paciencia y deleite.
En este barro los nombres son más que conocidos. Protagonizaron el circo romano del 2011, algunos en todo su esplendor desde la arena y otros silbando bajito desde las gradas.
Martín y Carlos. Norberto y Néstor. Gustavo y Javier, tal vez.
Sur y Norte. Norte y Sur. Debate fútil pero actual.
Y Mario, claro, el omnipresente Mario.


“No quiero que nos convirtamos en una provincia llena de miedo, crimen y violencia”, decía quien casi dos años después de disputar la gobernación hasta en complementarias se convertirá en el hombre fuerte del gobierno provincial.

El ingreso de Carlos Eliceche a la gestión de Martín Buzzi, tras un paso más que discreto por su banca de diputado nacional, todavía no ha mostrado la telaraña invisible que justifica la trama.
Más que bienvenido por muchos, hará pie en ese bastión que era dasnevista hasta que se transversalizó en kirchnerista, procuró germinar en buzzista y se entrampó en su propio frasco.

¿Cómo se llega desde un gobierno pensado para la continuidad a una coalición por necesidad?
Es pecado del peronismo en sí, más que de una oposición activa.
Con un radicalismo todavía sin brújula para establecer su propio norte, el buzzismo quedó preso de desventuras, aciertos mal llevados, y tira-y-aflojes de la interna que su paso fundacional originó.
El apoyo comodorense nunca fue ni definitivo ni incondicional y el desprecio de la ortodoxia del poder valletano terminó siendo un collar de ahorque ante la inexperiencia. Tampoco ayudó la impronta dejada por algunos de los funcionarios “made in casa” más visibles, que dio por tierra el esfuerzo de otros que sí estuvieron por sobre el listón que el desafío reclamaba. Pero todo esto ya ha sido señalado, sin considerar a ningún otro actor que tal vez el mackarthysmo influyendo en el delicado equilibrio de ese ecosistema.

Eliceche asume este viernes corriendo riesgos aunque consolidando lo que resulta innegable: ya sea desde el yahuarismo puro, desde las huestes del salismo que nunca desapareció o desde aquel Nuevo Espacio que persiste para mantener algunos tantos en claro, el poder sigue mutando donde vivió siempre.

El análisis podría demostrar que el ingreso del FPV a la gestión buzzista se inició hace muchos meses, pero ninguna incorporación generó en las filas K esta certeza de por fin haber llegado.
Restará ver la reacción del díscolo Sur, que aún no resuelve ni se hace mucho cargo de haber puesto a “uno de los hijos de la ciudad” en Fontana 50 con tan poca proyección planificada, como tampoco de la brecha que cavó en plena campaña K del 2011 al cesar en su apoyo activo al entonces candidato propio.
El rencor por las viejas alianzas –las oficiales y las no tanto- y las aprensiones por los nuevos escenarios son terreno para otro enfoque, aunque algunas voces del yahuarismo ya han dejado entrever que su memoria es más larga que la que ejercen algunos distraídos ad hoc.

“Trabajar por nuestra provincia no significa pelearse: significa hablar, entenderse, planificar”, postulaba Eliceche en el opaco spot de campaña filmado en Puerto Madryn un día gris cualquiera.
Entre la ironía y la coincidencia, no son pocos los dirigentes kirchneristas y no tanto que vienen clamando lo mismo en mesas de cafés desesperanzados hace más que muchos meses. En las últimas semanas, cuando el rumor se convirtió en paso cierto, fue la Intendenta de Rawson la que sacó el descontento a la luz dando la cara.

Si el tándem Eliceche-Ika Martínez funciona, en base al vínculo de amistad y militancia compartida, será también para observar cómo digerirá este bocado el trizado bloque FPV de la Legislatura. ¿Existirá finalmente una sintonía Ejecutivo-Legislativo que no pudo crearse desde diciembre de 2011? Y de ser así, ¿significará esto un nuevo frente abierto con el dueño de casa?


Hay territorios sin embargo donde toda apuesta es póstuma y los márgenes de maniobra son cada día más limitados.
La provincia del miedo, el crimen y la violencia ya está acá.
La vivimos, la sufrimos, la padecemos. Somos testigos de su barranca abajo toda vez que entramos y salimos de nuestras casas con temor, somos víctimas de un delito o destinatarios de la violencia cotidiana.
Todos sabemos que luchar por algo no significa pelearse, y también reconocemos con impotencia que las soluciones urgentes se empantanan por la inacción que -con despreocupación de estudiantina- se permite distraerse de todo, incluso entre semana.

La designación de Eliceche es una más en el esquema de entradas y salidas a los que la actual gestión nos tiene acostumbrados. En sí misma, no es ni buena ni mala. El problema que conlleva tiene que ver con las expectativas puestas en ella.
¿Sería muy errado suponer que todos esperan de Carlos Eliceche un “Gobernador a cargo”?
Las declaraciones en torno a su desembarco bastante se parecen a ese deseo peligroso. La invocación del “volumen político” -la frase “in” del verano- señalaría en esa dirección. Incluso las críticas elevadas desde el dasnevismo, que lo identifican como un virtual “interventor federal”, le asignan a su figura dos pesos implícitos: ser el garante del Modelo Nacional y Popular en la gestión provincial, y tener el apoyo nacional para ejecutar esa garantía puertas adentro de Fontana 50.


Veo de nuevo el video archivado y escucho al locutor decirme: “…porque sabe que luchar por Chubut no significa pelearse”.
La gran pregunta es: ¿sabrá él qué lucha por Chubut llevar adelante y a cuál renunciar a tiempo en beneficio de todos?

Con respuestas inciertas según la agenda imperante, el gran problema de Carlos Eliceche termina siendo el mismo que ha enfrentado Martín Buzzi: cómo hacer y relatar una gestión que lo encuentre junto a su pueblo, lejos de los rencores sostenidos y las memorias recurrentes.

Luchar por Chubut es cuestión de compromiso, el verdadero asunto es ganársela.