Otro hombre común
Se levanta temprano, muy temprano. Se mira en el espejo y piensa: “un día más”. No tiene escape de la rutina de estos años. Es lo que le ha caído en suerte, o más bien, es lo que ha buscado. Y con cada día que pasa, esa suerte-búsqueda le pasa la factura de cada uno de los viáticos que lo han dejado donde está. El peso se siente. Es físico. Hoy, por ejemplo, no tiene ganas de ir a trabajar. Repasa el speech mental, eso de tirar siempre las mismas líneas ante las mismas posibles preguntas. Todo cambia. Nada cambia. Tampoco tiene ganas de afeitarse. Tiene un día largo y sabe que, al final, alguien le reprochará también ese olvido. Juega a la apuesta mental de pensar quién será de todas las “ellas”. Es que los hombres se supone que no se fijan en eso. Después de todo, quizás hasta pueda imponer un look . La idea lo anima. Enciende la radio y la primera oleada se le viene encima. Se recuerda a sí mismo que la información no para, que las cosas siguen su curso, que nadie perdona nada. Par