Comodoro era una fiesta
Somos petroleros.
Todos.
Desde el primer al último habitante de nuestra ciudad, si es que tal orden existiera.
Sin importar en qué trabajemos o si estamos en la búsqueda.
Sin siquiera movernos de nuestras casas.
Somos petroleros virtuales, sin las 12 horas de yacimiento y los regímenes 7 por 2.
Pero somos petroleros.
Somos petroleros cuando pagamos alquileres de 1.000 pesos por una pieza en un garage de un barrio marginal.
Somos petroleros cuando un par de botas no baja de los 200 pesos o una campera de 400.
Somos petroleros cuando una pizza común y corriente pasa los 30 pesos y salir a comer nos enfrenta a una irrealidad en la que una ensalada llega a los 40 pesos.
Somos petroleros porque nuestra vida se mide en lo que podemos alcanzar y lo que no, según lo que ganamos por mes.
Adiós al ahorro, la planificación y los gustos. Adiós al futuro de largo plazo.
La vida se disfruta a billetazos o no se disfruta. El futuro es hoy… o a lo sumo, mañana.
Somos petroleros porque vivimos eternamente insatisfechos.
Como el genial Inodoro Pereyra dice: “mal, pero resignao”.
Así estamos y no lo guardamos para nosotros, lo demostramos a quien se interponga en el camino.
Si hay piquetes, es porque los que no lo son quieren ser. O porque los que ya lo son quieren más. O porque los que nunca lo serán no pueden vivir con lo que tienen.
Somos petroleros porque vivimos en una realidad paralela que nos desconecta de la sociedad en la que vivimos, de la ciudad de la que somos parte, de los destinos político-económicos que definen nuestro futuro como país.
En la otra realidad, una Provincia encara el supremo sueño nacional, muchos legisladores subsisten en sus bancas casi sin el riesgo que implica el compromiso ciudadano, y un Municipio casi sin presupuesto hace agua en gestión y logros.
Pleno de funcionarios sin norte con acceso a cajas, funcionarios con norte y sin financiamiento, y funcionarios “montón” que se siguen sumando, el otrora Palacio Azul y su corte viven la ilusión y bendición que no han vivido otros: San Barril les evita una ciudad en llamas.
Somos petroleros porque no hay otra actividad que genere riqueza y progreso.
Porque la zona franca sigue siendo una realidad a medias, porque el turismo sigue siendo un crucero sin destino, porque la educación universitaria sigue en ruinas y la investigación apenas sobrevive, porque el Bureau de Convenciones se ahoga en intenciones que no prosperan, porque las cementeras se van a otro lado a invertir, porque la pesca ha perdido su brillo, porque el campo se desertifica sin apoyos, porque la ciudad del conocimiento es un dislate sin fundamento real.
Somos petroleros porque no sabemos ser otra cosa.
Somos petroleros porque está visto que vamos a usar lo que tenemos hasta que se acabe, en los días locos que nos quedan por vivir.
Somos petroleros porque nuestra mentalidad es extractiva.
Y cuando no haya más para sacar, nos tiraremos todas las piedras de la culpa que ya vamos juntando en los bolsillos, esconderemos las manos y nos moveremos hacia otro destino que nos permita extraer algo más.
Mientras tanto, que siga la fiesta.
Todos.
Desde el primer al último habitante de nuestra ciudad, si es que tal orden existiera.
Sin importar en qué trabajemos o si estamos en la búsqueda.
Sin siquiera movernos de nuestras casas.
Somos petroleros virtuales, sin las 12 horas de yacimiento y los regímenes 7 por 2.
Pero somos petroleros.
Somos petroleros cuando pagamos alquileres de 1.000 pesos por una pieza en un garage de un barrio marginal.
Somos petroleros cuando un par de botas no baja de los 200 pesos o una campera de 400.
Somos petroleros cuando una pizza común y corriente pasa los 30 pesos y salir a comer nos enfrenta a una irrealidad en la que una ensalada llega a los 40 pesos.
Somos petroleros porque nuestra vida se mide en lo que podemos alcanzar y lo que no, según lo que ganamos por mes.
Adiós al ahorro, la planificación y los gustos. Adiós al futuro de largo plazo.
La vida se disfruta a billetazos o no se disfruta. El futuro es hoy… o a lo sumo, mañana.
Somos petroleros porque vivimos eternamente insatisfechos.
Como el genial Inodoro Pereyra dice: “mal, pero resignao”.
Así estamos y no lo guardamos para nosotros, lo demostramos a quien se interponga en el camino.
Si hay piquetes, es porque los que no lo son quieren ser. O porque los que ya lo son quieren más. O porque los que nunca lo serán no pueden vivir con lo que tienen.
Somos petroleros porque vivimos en una realidad paralela que nos desconecta de la sociedad en la que vivimos, de la ciudad de la que somos parte, de los destinos político-económicos que definen nuestro futuro como país.
En la otra realidad, una Provincia encara el supremo sueño nacional, muchos legisladores subsisten en sus bancas casi sin el riesgo que implica el compromiso ciudadano, y un Municipio casi sin presupuesto hace agua en gestión y logros.
Pleno de funcionarios sin norte con acceso a cajas, funcionarios con norte y sin financiamiento, y funcionarios “montón” que se siguen sumando, el otrora Palacio Azul y su corte viven la ilusión y bendición que no han vivido otros: San Barril les evita una ciudad en llamas.
Somos petroleros porque no hay otra actividad que genere riqueza y progreso.
Porque la zona franca sigue siendo una realidad a medias, porque el turismo sigue siendo un crucero sin destino, porque la educación universitaria sigue en ruinas y la investigación apenas sobrevive, porque el Bureau de Convenciones se ahoga en intenciones que no prosperan, porque las cementeras se van a otro lado a invertir, porque la pesca ha perdido su brillo, porque el campo se desertifica sin apoyos, porque la ciudad del conocimiento es un dislate sin fundamento real.
Somos petroleros porque no sabemos ser otra cosa.
Somos petroleros porque está visto que vamos a usar lo que tenemos hasta que se acabe, en los días locos que nos quedan por vivir.
Somos petroleros porque nuestra mentalidad es extractiva.
Y cuando no haya más para sacar, nos tiraremos todas las piedras de la culpa que ya vamos juntando en los bolsillos, esconderemos las manos y nos moveremos hacia otro destino que nos permita extraer algo más.
Mientras tanto, que siga la fiesta.