Reflexión y Memoria

“Dos cuervos se posan en los hombros de Odín
y le susurran al oído todas las noticias
de lo que ven y oyen; sus nombres son
Reflexión y Memoria. Odín los envía a volar
cada mañana por el mundo
para que se enteren de todo
lo que sucede.
Siempre teme que no regrese el cuervo llamado
Reflexión, pero quien más le preocupa es Memoria.”

Snorri Sturlson “La quimera de Gylfi”


Yo fui una argentina sin memoria.
Durante años viví armando un rompecabezas con piezas que no existían.

A los 18 años me mudé a Buenos Aires y un día como cualquiera compré el ya muy famoso Página/12. En la página 2 descubrí una foto de DNI, con un nombre, una fecha de nacimiento y una duda de muerte al pie. “Desaparecido”. Era una palabra que conocía por haber estudiado, pero también una realidad que no tenía rostro, una historia que no tenía relato. Ese mismo año conocí a personas que habían vivido en una ciudad sitiada, con términos como “operativos”, “guerrilleros” y “tortura” en su vocabulario diario. Eran personas como yo pero con una historia de vida que pasaba por otro escenario.
Por primera vez en mi vida protegida tuve la opción de saber, de conocer. Y la elegí.
Fue la primera de muchas veces y la que más recuerdo.
Leí el Nunca Más, ví los videos del Juicio a las Juntas, leí los diarios de los 80, escuché a quienes sobrevivieron y contaron desde sus lados, descubrí una cultura que se hacía eco desde poesías y cantos. Desde todos los puntos de vista y sin tomar partido. Sólo para entender. Y en medio de todas esas voces, aprendí a reflexionar antes de hacer o decir algo que pugnara a volver a ese reino del espanto.

Nadie piensa que va a ser torturado, humillado, vejado, desaparecido, asesinado por cómo piensa o por ser quien quiso ser y sin embargo, un día cualquiera, otro cree que esa es la manera para pacificar un país, o progresar, o lograr un cambio.
Yo pienso y escribo, equivocada o no, y el sólo hecho de saber que todavía hay países en el mundo en que eso se paga con la vida es un alerta de que el pasado no lo es tanto.

En este día tan feriado de memoria y reflexión, ojalá recordemos los horrores -los de hace tiempo y los de hace unos días- y elijamos el camino del respeto a la vida, a la diversidad, a la disidencia, a la libertad.
Serú me canta que los brujos piensan en volver y yo pienso que quizás ya estén acá, y usen otras ropas, otras palabras, otros métodos, otras excusas.
Se habrán mudado a la casa de tu vecina que odia a los petroleros, o serán el chico de 17 que lincha a un extranjero, o el político que denigra a su oponente, o el señor profesional que opina anónimo en los foros virtuales que a los delincuentes hay que matarlos a todos sin juicio.
La maldad muta y no es privativa de nadie. El límite es demasiado frágil.
En el fondo son iguales, estos y aquellos, con su desprecio por la diferencia.

Hace un par de semanas, mi hermana del alma se sentaba en un auditorio de Zaragoza para escuchar a Estela de Carlotto. Un mensaje de texto cruzó el Atlántico para compartir el momento y yo contesté: “es la docencia de la memoria”. Hace cuatro días, Estela de Carlotto estuvo en Comodoro Rivadavia haciendo lo mismo. Incansable. Perenne. En un relato que lleva décadas y recupera vidas.
Quizás ella sabe con certeza algo que yo sólo intuyo: la memoria se aprende.
Pero la reflexión… bueno, la reflexión es un trabajo que hay que tomarse a conciencia y esforzarse en cumplir, sin veredas enfrentadas y siempre cuidando el camino que se va construyendo.
Nuestro destino depende de qué tan buenos seamos en esta tarea.