Política en pijamas
Cualquiera que trabaje en periodismo o tenga un pie puesto en el ruedo político se da de frente con una temida pregunta ante la proximidad de elecciones de cualquier tipo: ¿a quién se puede votar?
La respuesta variará entre detallada y concisa, según el interés del demandante y el ánimo de quien responda.
Pero por estos días la pregunta clásica ha mutado hacia otra más preocupante, una que muestra a las claras que no siempre el oficialismo más pudiente es el más eficiente y que la oposición está más quieta en sus imposibilidades financieras de lo que éstas la obligan.
Hoy la pregunta es: ¿quiénes son los candidatos?
Triste interrogante para legisladores ya en sus bancas y activos, para funcionarios que ostentan cargo y gestión, por no mencionar a los referentes partidarios históricos. Ellos conforman el 90% de los nombres que aparecen en las boletas de la próxima elección legislativa.
Uno de los casos paradigmáticos es el de Marcelo Guinle, quien bien podría considerarse uno de los legisladores con la comunicación de gestión más eficiente de los últimos años. Aún así, y más allá de la instalación que sí tiene su nombre, no cualquiera puede mencionar sin equivocarse los temas clave de su agenda parlamentaria. Por mucho es el candidato más reconocido por el elector común. No corre la misma suerte el actual Vice Gobernador de la provincia y candidato a Diputado Nacional en la misma boleta, Mario Vargas. De por sí la visibilidad de los vices es escasa y, considerando que en nuestro país tiende a reafirmarse cuando media una negativa, el puesto condena a lo ignoto. A pesar de ello, hay que reconocer que Vargas ha aportado discreción junto a la figura imponente y omnipresente de Mario Das Neves, lo cual dice mucho y bien de él, aún en contraposición con el riesgo de ser una de las mentadas candidaturas testimoniales. Al electorado el detalle se le escapa y, de no mediar un inusual corte de boleta, podría esperarse que arrastrase la misma cantidad de votos que su más conocido compañero en este turno.
Desde la vereda opositora se asoma un referente histórico radical como lo es Mario Cimadevilla.
La instalación de su nombre es innegable, como también lo es que el elector promedio desconoce la propuesta que lleva adelante o quiénes son sus compañeros de lista. Más referenciado por sus apariciones mediáticas, quizás el obstáculo más interesante de observar sea cómo llevará adelante este único tramo de la campaña con fondos limitados, comités desdibujados, líneas internas que amenazan ser fisuras en la pintura nueva de la unidad, y el peso de nombres no tan instalados en las otras candidaturas.
La opción Coalición Cívica no existe en nuestra provincia, pero sí el ARI que por exceso de debatismo interno dejó fuera de la boleta a una figura nueva, fresca y movilizante como la que prometía ser Javier Genta. La referente histórica es Irma García, candidata a Senadora Nacional, que tiene en su haber no sólo varias postulaciones desde la bajada del ARI a la provincia sino también la de haber sido de primera hora y paso obligado para el discurso de la fuerza. Aún así, a pesar de los años como casi única referente provincial, su nombre no es parte del vocabulario ciudadano.
Es el PACH que se organiza para la integración regional, dice la marcha partidaria. En la realidad, la sola figura de Roque González sigue siendo, una vez más, el nombre convocante para la fuerza. Su candidato a Diputado Nacional, Mario Lastra, no aporta en reconocimiento del electorado, dejando confusión por un homónimo relacionado con el justicialismo. La extendida interna de la fuerza ha dejado mermadas las filas de militantes y es de esperarse que la performance alcanzada en otras elecciones las sienta en falta en esta.
La innovación en el paisaje electoral chubutense es el recientemente constituido Frente Cívico y Popular, con el siempre innovador Ricardo Astete como candidato a Senador Nacional. Caso único que ha ameritado su propio neologismo político -el “astetismo”- lleva varias fuerzas partidarias en su haber desde aquel ruedo radical. El actual legislador provincial redobla la apuesta en el 2009 y se queda con una candidatura ante la mirada de los que pelearon y no llegaron por apegarse a la estructura, identificándose y -según dicen- con el aval del muy en boga Peronismo PRO de Macri + De Narváez + Solá. El neo-duhaldismo, el post-kirchnerismo, el post-maestrismo y el pseudo-Provech se ponen al servicio del referente político más decontracté de los últimos años en lo que a respeto por aparatos partidarios se refiere. También acarrea un nombre virtualmente desconocido fuera del Valle, como es el de Carlos Whon, en la candidatura a Diputado Nacional. Aunque quizás, en el bastión electoral de la provincia que representa Comodoro Rivadavia, esa diferencia no le haga mella.
Siempre presente, como acto de resistencia, completa el paisaje electoral el Movimiento Socialista de los Trabajadores con dos mujeres en las categorías propuestas. Lucía Sandobal e Hilda Fredes saben que lo suyo pasa por sostener ideas y presencia, más que por pelear por la banca de la minoría. Aún así y gracias a ello, su sola presencia como alternativa enriquece la arena democrática, porque bien sabido es que la polarización sólo trae por consecuencia la anulación de los tan necesarios matices. Mismo rol vienen a cumplir los candidatos del Partido Socialista Auténtico, que han quedado sólo circunscriptos al Valle chubutense.
Hecho el repaso, quizás otro de los hallazgos de este turno electoral haya sido -de forma no tan inesperada- la confirmación de que a nadie importa qué hace un legislador una vez electo. No existe una idea ciudadana que nos involucre en el proceso de toma de decisiones o de influencia sobre la misma. Quizás eso también esté representado en el por qué nos estamos interrogando ahora sobre nombres y concreciones que deberíamos haber seguido a cada paso.
Bombardeados por fórmulas que nunca veremos en nuestro cuarto oscuro local, tal pareciera que esa federalización de la política central se ha hecho de una víctima inesperada: el ciudadano, ya de por sí extraviado, termina diluyéndose como actor democrático.
Hace una semana alguien decía en el micrófono que me toca en suerte que con un buen par de zapatillas alcanza para encarar esta campaña.
Me maravilla ver hasta qué punto ha terminado teniendo razón.
Como ciudadanos deberemos salir de nuestra área de confort y gastarlas para hacernos de información certera que nos indique un poco el rumbo, ante la ausencia de las propuestas en medios, locales partidarios, actos y folletería de campaña.
Como candidatos bien harían en ponérselas, salir del termo que devuelve un cómodo y conocido reflejo, y volver al viejo sistema del contacto directo -más accesible desde lo económico que el mediático- tocando a nuestra puerta para volver a hacernos creer que todo esto es por algo más que una banca.
Y quizás, visto el esfuerzo, entonces el 28 alguien más decida sacarse el pijama mental, sacudirse la modorra cívica, ponerse esas mismas zapatillas e ir a votar.
Es el único balance, el único escrutinio, que se me ocurre nos daría ganadores a todos.
La respuesta variará entre detallada y concisa, según el interés del demandante y el ánimo de quien responda.
Pero por estos días la pregunta clásica ha mutado hacia otra más preocupante, una que muestra a las claras que no siempre el oficialismo más pudiente es el más eficiente y que la oposición está más quieta en sus imposibilidades financieras de lo que éstas la obligan.
Hoy la pregunta es: ¿quiénes son los candidatos?
Triste interrogante para legisladores ya en sus bancas y activos, para funcionarios que ostentan cargo y gestión, por no mencionar a los referentes partidarios históricos. Ellos conforman el 90% de los nombres que aparecen en las boletas de la próxima elección legislativa.
Uno de los casos paradigmáticos es el de Marcelo Guinle, quien bien podría considerarse uno de los legisladores con la comunicación de gestión más eficiente de los últimos años. Aún así, y más allá de la instalación que sí tiene su nombre, no cualquiera puede mencionar sin equivocarse los temas clave de su agenda parlamentaria. Por mucho es el candidato más reconocido por el elector común. No corre la misma suerte el actual Vice Gobernador de la provincia y candidato a Diputado Nacional en la misma boleta, Mario Vargas. De por sí la visibilidad de los vices es escasa y, considerando que en nuestro país tiende a reafirmarse cuando media una negativa, el puesto condena a lo ignoto. A pesar de ello, hay que reconocer que Vargas ha aportado discreción junto a la figura imponente y omnipresente de Mario Das Neves, lo cual dice mucho y bien de él, aún en contraposición con el riesgo de ser una de las mentadas candidaturas testimoniales. Al electorado el detalle se le escapa y, de no mediar un inusual corte de boleta, podría esperarse que arrastrase la misma cantidad de votos que su más conocido compañero en este turno.
Desde la vereda opositora se asoma un referente histórico radical como lo es Mario Cimadevilla.
La instalación de su nombre es innegable, como también lo es que el elector promedio desconoce la propuesta que lleva adelante o quiénes son sus compañeros de lista. Más referenciado por sus apariciones mediáticas, quizás el obstáculo más interesante de observar sea cómo llevará adelante este único tramo de la campaña con fondos limitados, comités desdibujados, líneas internas que amenazan ser fisuras en la pintura nueva de la unidad, y el peso de nombres no tan instalados en las otras candidaturas.
La opción Coalición Cívica no existe en nuestra provincia, pero sí el ARI que por exceso de debatismo interno dejó fuera de la boleta a una figura nueva, fresca y movilizante como la que prometía ser Javier Genta. La referente histórica es Irma García, candidata a Senadora Nacional, que tiene en su haber no sólo varias postulaciones desde la bajada del ARI a la provincia sino también la de haber sido de primera hora y paso obligado para el discurso de la fuerza. Aún así, a pesar de los años como casi única referente provincial, su nombre no es parte del vocabulario ciudadano.
Es el PACH que se organiza para la integración regional, dice la marcha partidaria. En la realidad, la sola figura de Roque González sigue siendo, una vez más, el nombre convocante para la fuerza. Su candidato a Diputado Nacional, Mario Lastra, no aporta en reconocimiento del electorado, dejando confusión por un homónimo relacionado con el justicialismo. La extendida interna de la fuerza ha dejado mermadas las filas de militantes y es de esperarse que la performance alcanzada en otras elecciones las sienta en falta en esta.
La innovación en el paisaje electoral chubutense es el recientemente constituido Frente Cívico y Popular, con el siempre innovador Ricardo Astete como candidato a Senador Nacional. Caso único que ha ameritado su propio neologismo político -el “astetismo”- lleva varias fuerzas partidarias en su haber desde aquel ruedo radical. El actual legislador provincial redobla la apuesta en el 2009 y se queda con una candidatura ante la mirada de los que pelearon y no llegaron por apegarse a la estructura, identificándose y -según dicen- con el aval del muy en boga Peronismo PRO de Macri + De Narváez + Solá. El neo-duhaldismo, el post-kirchnerismo, el post-maestrismo y el pseudo-Provech se ponen al servicio del referente político más decontracté de los últimos años en lo que a respeto por aparatos partidarios se refiere. También acarrea un nombre virtualmente desconocido fuera del Valle, como es el de Carlos Whon, en la candidatura a Diputado Nacional. Aunque quizás, en el bastión electoral de la provincia que representa Comodoro Rivadavia, esa diferencia no le haga mella.
Siempre presente, como acto de resistencia, completa el paisaje electoral el Movimiento Socialista de los Trabajadores con dos mujeres en las categorías propuestas. Lucía Sandobal e Hilda Fredes saben que lo suyo pasa por sostener ideas y presencia, más que por pelear por la banca de la minoría. Aún así y gracias a ello, su sola presencia como alternativa enriquece la arena democrática, porque bien sabido es que la polarización sólo trae por consecuencia la anulación de los tan necesarios matices. Mismo rol vienen a cumplir los candidatos del Partido Socialista Auténtico, que han quedado sólo circunscriptos al Valle chubutense.
Hecho el repaso, quizás otro de los hallazgos de este turno electoral haya sido -de forma no tan inesperada- la confirmación de que a nadie importa qué hace un legislador una vez electo. No existe una idea ciudadana que nos involucre en el proceso de toma de decisiones o de influencia sobre la misma. Quizás eso también esté representado en el por qué nos estamos interrogando ahora sobre nombres y concreciones que deberíamos haber seguido a cada paso.
Bombardeados por fórmulas que nunca veremos en nuestro cuarto oscuro local, tal pareciera que esa federalización de la política central se ha hecho de una víctima inesperada: el ciudadano, ya de por sí extraviado, termina diluyéndose como actor democrático.
Hace una semana alguien decía en el micrófono que me toca en suerte que con un buen par de zapatillas alcanza para encarar esta campaña.
Me maravilla ver hasta qué punto ha terminado teniendo razón.
Como ciudadanos deberemos salir de nuestra área de confort y gastarlas para hacernos de información certera que nos indique un poco el rumbo, ante la ausencia de las propuestas en medios, locales partidarios, actos y folletería de campaña.
Como candidatos bien harían en ponérselas, salir del termo que devuelve un cómodo y conocido reflejo, y volver al viejo sistema del contacto directo -más accesible desde lo económico que el mediático- tocando a nuestra puerta para volver a hacernos creer que todo esto es por algo más que una banca.
Y quizás, visto el esfuerzo, entonces el 28 alguien más decida sacarse el pijama mental, sacudirse la modorra cívica, ponerse esas mismas zapatillas e ir a votar.
Es el único balance, el único escrutinio, que se me ocurre nos daría ganadores a todos.