Seguir al líder
Podría parecer la más segura de las acciones… una vez identificado el líder.
Sin embargo desde hace un tiempo me pregunto si esa distinción se nos aparece de una forma tan clara. Hay líderes sólo nominales? Si es así, se puede llamar lo que ejercen un verdadero liderazgo?
El mal tanto social como político de los últimos años ha sido, para una gran parte de la sociedad, la falta de líderes claros y coherentes en su acción. Dónde mirar sino al centro y, en general, arriba?
A través de las búsquedas en las que me pierdo, llegué una tarde a la danza tribal.
Una de sus maravillas es la improvisación, que encuentra su norte organizador no sólo en el conocimiento de pasos básicos sino en la conexión con los compañeros, mirándose a los ojos y siguiendo señales. Un gesto sutil cambia los liderazgos en cada grupo, los cuales rotan con naturalidad entre quienes decidan tomarlos.
Hace unos días, en una de las explicaciones sobre la importancia de la posición de las líderes en el ensemble, escuché lo siguiente:
“No sé por qué tenemos la costumbre de identificar al líder con el centro. La líder siempre está hacia la izquierda y debe ser visible en todo momento.”
Dejé resonar la frase y la guardé en esos lugares donde quedan algunas durmiendo antes de llegar a este blog.
Es cierto que siempre identificamos al líder como ese que está en el centro de todo: de las posturas, de las negociaciones, de los acuerdos, de las roscas con tela para cortar y hasta de los escándalos. El que junta las cabezas y baja la línea, lo sigan luego o no. El hombre, claro. Sólo hemos visto a una mujer, en la historia reciente, verdaderamente en esa danza.
A los líderes todos los conocemos, los identificamos subidos al banquito de sus verdades y pregonando desde los atriles. Voceros de nuestros miedos y sus mañas, la mayoría de las veces; otras tantas, hablando no como saben sino como creen que habla “el pueblo”, al que insultan con soltura en su parodia. Casi nunca bailamos con líderes de igual a igual; casi menos alternamos con ellos su posición.
Llegan las campañas electorales y se ve a muchos de aquellos en el llano, un tanto hacia la izquierda simpaticona, buscando encontrar avales en las miradas y seguir lo que creen reconocer como señales.
En algunos el llano es natural, tierra propia en la que nunca desentonan simplemente porque jamás la dejaron atrás. En otros –como bailarines que no conectan- es impostado y mana un marketing chorreante de obviedades.
Una militante con la que disfruto intercambiar suele referirse al conductor de su partido como “líder”. Sus acciones van al unísono, como si las supiera de antemano: se refleja. He estado en plazas con cientos sintonizando la misma emoción, sin necesidad de coreografías marcadas. Escuchan de fondo su propio tambor, lo entienden, cambian el paso para hacerlo mensaje.
Aún así, nada es tan claro en ese lenguaje para los no naturales, que luchan en vano por decodificar hasta lo místico.
Puede parecer tentadoramente sencillo bailar en una rueda que interesa dominar, pero sentir el latido del otro es algo más que saraos al paso.
Es necesaria una construcción de iguales para lograr que ese sonido fluya y no creernos su dueño sino, simplemente, honrar el privilegio de ser su música por un rato. Bailás...?