Rivadavia
Siempre he sostenido en mi círculo de amigos que se termina hablando tanto de política y gestión municipal porque no hay otras cosas de las que hablar.
Para empezar, Comodoro (¿debiera poner “Rivadavia”?) tiene mucha “historia político-institucional”. Y como en toda historia, a los memoriosos les encanta recuperar el rastro de ciertos personajes que se reciclan sin ser ecologistas. Gracias a ellos, las nuevas generaciones tenemos memoria del quién es quién, del positivo pero también del que se trata de ocultar. Y ese es el que deriva siempre en el Dr. X y el flamante Secretario Y, haciendo racconto de su pasaje por cargos, líneas internas y movimientos con la capacidad de adaptación intacta.
Pero esta es la razón obvia de por qué no podemos zafar del tema. Veamos otras.
Comodoro (R) carece de farándula. El conocido chupete distractor de la actualidad nacional.
No tenemos vedettes pulposas, ni modelos impactantes, ni actores o actrices renombrados haciendo declaraciones reveladoras. Ni siquiera los empresarios más conocidos y de perfil siempre moderado suplen esa carencia y se pasa revista rápido de esas novedades.
Comodoro (me resigné) casi no tiene circuito socio-cultural.
Y cuando tiene algo, son eventos aislados a los que sólo los muy motivados concurren. Por lo general, lo que manda son los dos o tres lugares habituales, renovados una vez cada tres años por la apertura de uno nuevo y la caída en el olvido de otro.
Para la generación de 26/40 la oferta es limitada, hay que reconocerlo. Acá no hay restós étnicos, brunch dominicales, gallery nights o un after office que lo merezca. Sí hay, muy de cuando en cuando, la bendición de espacios como la Escuela de Arte con su estar siempre abierta a las iniciativas jóvenes, ahora albergando la flamante movida “Para eso sí que tienes gracia” agrupando a la vanguardia fashion de la ciudad. Son chispazos en la oscuridad.
Comodoro (¿podré decir CR?) no tiene buen sexo. Más bien tiene “karma malco”. Suena terrible así escrito en un blog que para algunos la va de serio, pero me animaría a decir que más del 70% de la agresividad que destilan las actividades cotidianas -desde el que te tira el auto encima en la ruta hasta la que te vende algo en un comercio como si fuera un favor- pasan por ese costado mal resuelto. ¿O es casual que los diarios desborden de anuncios de servicios y departamentos vip? El otro petroboom de nuestros días.
Comodoro Rivadavia es ahora “Ciudad de Comodoro”.
Sin Rivadavia a la vista y con un botón de encendido/apagado que termina siendo una enorme ironía: nos encienden, nos apagan y, si depende de nosotros, más de una vez preferimos el standby. Así somos.
Circunvalada por conos naranjas, tambores rojos y letreros con flechas. Con ritmo de videojuego, sorteando niveles, buscando atajos y tratando de no perder vidas. Caótica y desconfiada. Deprimida y quejosa. Querida por los locales y los “venidos y quedados”. Aceptada a regañadientes por los recién llegados que todavía no se encuentran en ella. Con sueños de gran capital y los pies en el barro. Literalmente. Preguntándose “qué será será” ser la ciudad del conocimiento.
Lo bueno es que Comodoro puede y tiene con qué, como dice la conocida canción.
Quizás no siempre le sale… pero esa es otra historia.
Aunque la pantalla nos tire un impiadoso game over y alguno que nunca falta nos prefiera unplugged, seguiremos participando.
Para empezar, Comodoro (¿debiera poner “Rivadavia”?) tiene mucha “historia político-institucional”. Y como en toda historia, a los memoriosos les encanta recuperar el rastro de ciertos personajes que se reciclan sin ser ecologistas. Gracias a ellos, las nuevas generaciones tenemos memoria del quién es quién, del positivo pero también del que se trata de ocultar. Y ese es el que deriva siempre en el Dr. X y el flamante Secretario Y, haciendo racconto de su pasaje por cargos, líneas internas y movimientos con la capacidad de adaptación intacta.
Pero esta es la razón obvia de por qué no podemos zafar del tema. Veamos otras.
Comodoro (R) carece de farándula. El conocido chupete distractor de la actualidad nacional.
No tenemos vedettes pulposas, ni modelos impactantes, ni actores o actrices renombrados haciendo declaraciones reveladoras. Ni siquiera los empresarios más conocidos y de perfil siempre moderado suplen esa carencia y se pasa revista rápido de esas novedades.
Comodoro (me resigné) casi no tiene circuito socio-cultural.
Y cuando tiene algo, son eventos aislados a los que sólo los muy motivados concurren. Por lo general, lo que manda son los dos o tres lugares habituales, renovados una vez cada tres años por la apertura de uno nuevo y la caída en el olvido de otro.
Para la generación de 26/40 la oferta es limitada, hay que reconocerlo. Acá no hay restós étnicos, brunch dominicales, gallery nights o un after office que lo merezca. Sí hay, muy de cuando en cuando, la bendición de espacios como la Escuela de Arte con su estar siempre abierta a las iniciativas jóvenes, ahora albergando la flamante movida “Para eso sí que tienes gracia” agrupando a la vanguardia fashion de la ciudad. Son chispazos en la oscuridad.
Comodoro (¿podré decir CR?) no tiene buen sexo. Más bien tiene “karma malco”. Suena terrible así escrito en un blog que para algunos la va de serio, pero me animaría a decir que más del 70% de la agresividad que destilan las actividades cotidianas -desde el que te tira el auto encima en la ruta hasta la que te vende algo en un comercio como si fuera un favor- pasan por ese costado mal resuelto. ¿O es casual que los diarios desborden de anuncios de servicios y departamentos vip? El otro petroboom de nuestros días.
Comodoro Rivadavia es ahora “Ciudad de Comodoro”.
Sin Rivadavia a la vista y con un botón de encendido/apagado que termina siendo una enorme ironía: nos encienden, nos apagan y, si depende de nosotros, más de una vez preferimos el standby. Así somos.
Circunvalada por conos naranjas, tambores rojos y letreros con flechas. Con ritmo de videojuego, sorteando niveles, buscando atajos y tratando de no perder vidas. Caótica y desconfiada. Deprimida y quejosa. Querida por los locales y los “venidos y quedados”. Aceptada a regañadientes por los recién llegados que todavía no se encuentran en ella. Con sueños de gran capital y los pies en el barro. Literalmente. Preguntándose “qué será será” ser la ciudad del conocimiento.
Lo bueno es que Comodoro puede y tiene con qué, como dice la conocida canción.
Quizás no siempre le sale… pero esa es otra historia.
Aunque la pantalla nos tire un impiadoso game over y alguno que nunca falta nos prefiera unplugged, seguiremos participando.