Tú tan periodista

Uno de los primeros fue Costes y la Bizarra… pero claro, era Costes.
Otro día fue Luenzo… pero es que Luenzo siempre es Luenzo.
Y otro fue Otero… pero bueno, también él…
Cada tanto era Bravo y su Rawsonline… pero vamos… que también las cosas que publica.
Son polémicos. Son contras. Están enquistados. Lo suyo es ser opositores. No entienden.
Argumentos a pedir de boca. A raudales. Repetidos hasta el hartazgo.
Es claro, eran los otros.

Después fue “la prensa”, “algunos periodistas”, “ciertos programas”. Así, como cuerpo abstracto e inerte. Eran los culpables, los que creaban climas, los no justos, los que informan mal. Creo que hasta algún diputado provincial todavía electo habló de “terroristas”.

Y ayer… ayer fueron Saúl Gherscovici y Radio Del Mar.
¿Y ahora? ¿Quién sigue en la lista? ¿Ahora qué?

Ahora nos sorprendemos, nos indignamos, repudiamos, nos solidarizamos.
Durante años hemos prestado oído, micrófono, cámara, aire, espacio a quienes han denostado la práctica del periodismo cuantas veces han querido. Sin prisa y sin pausa.
Durante años hemos callado ante ciertos ataques y hablado apenas ante otros.
Durante años hemos permitido el atropello y a veces hasta ha sido apañado por algunos sectores de los mismos medios.

Hoy no debiera existir sorpresa alguna.
Hemos llegado donde siempre supimos –al menos algunos- que íbamos a llegar.

Sólo por una pregunta fuera de los planes de quien las contestaba y que no recuerda –y nadie cumple la tarea de recordarle- que debe dar cuentas de su función a los ciudadanos.
Sólo por un ejercicio pleno de libertad de opinión, que muchas veces incluye mucho más derecho a réplica que la atención por lo dicho en sí.
Sólo por pensar y comunicarlo.
Sólo por hacer un periodismo “no pre-aprobado”.

Este poder omnímodo, como lo bien describe una amiga, se encuentra así cara a cara con el periodismo que no termina de destruir. Y en lugar de reconocerle al menos la perseverancia, lo ataca.
Después de años de generosas pautas oficiales usadas como factor de presión, de pago a pseudo-colegas para romper conferencias de prensa o notas con preguntas acordadas, de riguroso control de “quién dice, qué cosa, cómo y cuándo”.
Después de crear o financiar multimedios yrigoyenescos.
Después de todo eso, no pueden sino insultar a la voz del inteligente, del pensante, del que sabe que en esta profesión no hay extremos sino muchos medios. Y allí es donde está el terreno a explorar.

Lamento este último ataque como lamenté los primeros. En voz alta, aunque esta vez sea escrita.
Si cualquier periodista, si cualquier ciudadano, es silenciado, la libertad de todos se resiente. Perdemos todos. ¿Se entiende? Todos.
Lo comprendan o no, es una gran pérdida democrática escuchar a un funcionario electo, del rango que sea, hablar con desprecio de la prensa, como si de una mafia se tratara.

Señores. Señoras.
Sepan que este es un trabajo de equilibrios. De señalar aciertos y también errores. De crear puentes que no siempre existen desde el Estado. De hacerles llegar voces que no siempre tienen presentes en sus oídos. Y crean cuando se les dice que son más que necesarias, indispensables.
Sepan que apreciamos todo lo que hacen en pos del progreso, pero sospechamos de lo dudoso, investigamos lo poco claro, expresamos públicamente las dudas con el respaldo del caso, y tratamos siempre de encontrar un justo equilibrio. Reconocimiento para lo bueno, investigación para las nebulosas, pluralidad de voces para los temas que son de todos.

Y de seguro seguirán teniendo cámaras y micrófonos y diarios para emitir sus diatribas. Así es como debe ser.
Quizás algún día los asesores cumplan su trabajo y los aconsejen bien, y aprendan a usarlos con criterio para reconsiderar sus palabras y -como bien solicita hoy públicamente el Sindicato de Prensa local- pedir disculpas públicas.

Mientras tanto…
Señores, Señoras: sepan que haciendo de esta relación una guerra están equivocados.
Que nos dañan a todos, periodistas y no.
Ustedes incluidos.