La otra marcha de los pingüinos
Hoy vivo en una ciudad que se dispone a movilizarse. Comodoro Rivadavia, el emirato patagónico, dice “basta” de una manera que no es la ideal, sino la que proviene del pisoteo y el hastío. Es un “basta” reaccionario. Cansada de alzar voces individuales, apuesta a crear un ruido común. El fusilamiento de un comerciante en un robo hace unos días vino a dibujar la línea roja que marcaron mucho antes la sociedad trelewense en nuestra provincia y ni qué hablar de la porteña a nivel nacional. Ya no alcanzan los anuncios de más efectivos policiales. Ya no sirve el flamante Código Procesal Penal. Ya no nos contenta la petrobonanza. Ya no nos suena ejecutivo el anuncio gubernamental de turno. Todo tiene gusto a poco, a extemporáneo, a zarpazo desesperado. La ola nos ha pasado por encima a todos y nuestra propia falta de previsión nos ha acorralado. Ya nadie está seguro detrás de las rejas y los códigos de alarma, con el dedo en la tecla del portero eléctrico que habilita la entrada al negocio e