La otra marcha de los pingüinos
Hoy vivo en una ciudad que se dispone a movilizarse.
Comodoro Rivadavia, el emirato patagónico, dice “basta” de una manera que no es la ideal, sino la que proviene del pisoteo y el hastío. Es un “basta” reaccionario. Cansada de alzar voces individuales, apuesta a crear un ruido común.
El fusilamiento de un comerciante en un robo hace unos días vino a dibujar la línea roja que marcaron mucho antes la sociedad trelewense en nuestra provincia y ni qué hablar de la porteña a nivel nacional.
Ya no alcanzan los anuncios de más efectivos policiales. Ya no sirve el flamante Código Procesal Penal. Ya no nos contenta la petrobonanza. Ya no nos suena ejecutivo el anuncio gubernamental de turno.
Todo tiene gusto a poco, a extemporáneo, a zarpazo desesperado. La ola nos ha pasado por encima a todos y nuestra propia falta de previsión nos ha acorralado.
Ya nadie está seguro detrás de las rejas y los códigos de alarma, con el dedo en la tecla del portero eléctrico que habilita la entrada al negocio elegido, mirando hacia todas partes cuando las calles están casi vacías o no parando en ciertos semáforos en rojo por lo que pudiera estar esperando en las esquinas.
En tiempos extremos las soluciones debieran ser también extremas.
La reforma que la realidad le impone al sistema de seguridad, judicial y penitenciario es de una dimensión nunca antes vista. Pero es que los tiempos en los que vivimos tampoco han sido vistos antes. Sólo resta saber si las personas con la responsabilidad para encarar tales acciones tienen la capacidad, la visión y la sabiduría para hacer de ese proceso una concreción a tiempo.
La seguridad es una cadena con eslabones muy sensibles.
No sirve tener 100 policías más por día si no pueden trabajar al máximo de su capacidad y sin carencias.
No sirve tener policías bien entrenados y equipados y una Justicia inoperante.
No sirve tener buenos jueces y fiscales entrampados en la letra de leyes inadecuadas a la realidad.
No sirve tener las leyes correctas si las unidades penitenciarias y reformatorios son mazmorras medievales.
No sirve lograr una buena reinserción social si el regreso es al ghetto sin salida y la marginación de la pobreza extrema.
No sirve una sociedad que no se compromete en señalar y acusar, en controlar y castigar con su voto y a través de sus representantes a quienes no desempeñan sus cargos con honestidad y eficiencia.
Mañana Viernes 24 de Octubre, a las 20.30, desde la céntrica Plaza Roca partirá una marcha que, aún sin saber si será multitudinaria o no, será un primer paso importante para sabernos en camino hacia un lugar en el que nuestra vida y los valores que elegimos sostener sean preservados y respetados.
La seguridad también es uno de los últimos valores solidarios.
Y cuando se pierde, carcome las bases mismas de la sociedad, el miedo manda, todos somos sospechosos y hasta el mínimo gesto cotidiano nos para en veredas enfrentadas.
Caminemos juntos mañana, pingüinos K y no K y de todo el alfabeto.
Dejemos por una hora la comodidad del sillón, la trinchera detrás del mostrador, el silencio de los que sin quererlo avalan y otorgan.
Que sea una marcha en contra de nadie y a favor de todos.
Caminemos juntos por el futuro de quienes nos sucederán. Para que no nazcan y crezcan en un campo de batalla que no verá vencedores ni vencidos, sólo aniquilación.
Comodoro Rivadavia, el emirato patagónico, dice “basta” de una manera que no es la ideal, sino la que proviene del pisoteo y el hastío. Es un “basta” reaccionario. Cansada de alzar voces individuales, apuesta a crear un ruido común.
El fusilamiento de un comerciante en un robo hace unos días vino a dibujar la línea roja que marcaron mucho antes la sociedad trelewense en nuestra provincia y ni qué hablar de la porteña a nivel nacional.
Ya no alcanzan los anuncios de más efectivos policiales. Ya no sirve el flamante Código Procesal Penal. Ya no nos contenta la petrobonanza. Ya no nos suena ejecutivo el anuncio gubernamental de turno.
Todo tiene gusto a poco, a extemporáneo, a zarpazo desesperado. La ola nos ha pasado por encima a todos y nuestra propia falta de previsión nos ha acorralado.
Ya nadie está seguro detrás de las rejas y los códigos de alarma, con el dedo en la tecla del portero eléctrico que habilita la entrada al negocio elegido, mirando hacia todas partes cuando las calles están casi vacías o no parando en ciertos semáforos en rojo por lo que pudiera estar esperando en las esquinas.
En tiempos extremos las soluciones debieran ser también extremas.
La reforma que la realidad le impone al sistema de seguridad, judicial y penitenciario es de una dimensión nunca antes vista. Pero es que los tiempos en los que vivimos tampoco han sido vistos antes. Sólo resta saber si las personas con la responsabilidad para encarar tales acciones tienen la capacidad, la visión y la sabiduría para hacer de ese proceso una concreción a tiempo.
La seguridad es una cadena con eslabones muy sensibles.
No sirve tener 100 policías más por día si no pueden trabajar al máximo de su capacidad y sin carencias.
No sirve tener policías bien entrenados y equipados y una Justicia inoperante.
No sirve tener buenos jueces y fiscales entrampados en la letra de leyes inadecuadas a la realidad.
No sirve tener las leyes correctas si las unidades penitenciarias y reformatorios son mazmorras medievales.
No sirve lograr una buena reinserción social si el regreso es al ghetto sin salida y la marginación de la pobreza extrema.
No sirve una sociedad que no se compromete en señalar y acusar, en controlar y castigar con su voto y a través de sus representantes a quienes no desempeñan sus cargos con honestidad y eficiencia.
Mañana Viernes 24 de Octubre, a las 20.30, desde la céntrica Plaza Roca partirá una marcha que, aún sin saber si será multitudinaria o no, será un primer paso importante para sabernos en camino hacia un lugar en el que nuestra vida y los valores que elegimos sostener sean preservados y respetados.
La seguridad también es uno de los últimos valores solidarios.
Y cuando se pierde, carcome las bases mismas de la sociedad, el miedo manda, todos somos sospechosos y hasta el mínimo gesto cotidiano nos para en veredas enfrentadas.
Caminemos juntos mañana, pingüinos K y no K y de todo el alfabeto.
Dejemos por una hora la comodidad del sillón, la trinchera detrás del mostrador, el silencio de los que sin quererlo avalan y otorgan.
Que sea una marcha en contra de nadie y a favor de todos.
Caminemos juntos por el futuro de quienes nos sucederán. Para que no nazcan y crezcan en un campo de batalla que no verá vencedores ni vencidos, sólo aniquilación.