Llegar distinta
Se me ocurre que vas a llegar distinta
no exactamente más linda
ni más fuerte
ni más dócil
ni más cauta
tan sólo que vas a llegar distinta
Fragmento de “Bienvenida”, de Mario Benedetti
Supongo que tuvo razón después de todo. De todo este tiempo de reconocerlo en la letra, en las bandas de sonido de mis recuerdos, de esa noche a dos voces con Daniel Viglietti que me conmovió el alma…
Quién sabe si realmente hubiera querido llegar distinta a este día en el que decir adiós no me sale.
Recuerdo haber festejado cumpledías, cambiando estatutos y horóscopos como lo sugería, aprendiendo a manar amor sin miseria y añorando que esos júbilos y lealtades que me prometía desde el papel me rodearan cuanto antes como ángeles o veleros.
No temí perderme en esa laguna insomne, inmóvil y paciente. De alguna extraña manera, sus palabras fueron relato y conjuro. Las leí, nos hicimos cómplices, me acompañaron en el camino y luego volvieron a sus páginas.
De los poetas que han puesto su voz en mi vida, él fue el más real.
Fue el que me mostró el mapa de un amor sin desesperación y con dimensiones palpables, el que me reconcilió con la nostalgia de ser humana a pesar del mundo, el que me reencontró con mi mirada en el espejo.
De algún modo siempre pensé que -guiada por esa voz- yo volví a mi vida, a un camino que entre remiendos se fue alejando de las penas.
Cómo se agradece ese estar quizás nunca lo sepa. Los poetas parten y nos dejan empequeñeciendo ante su ausencia.
Y así de mínima no puedo sino callar, refugiarme en sus libros, recordarme que me legó el poder de volar gaviotamente sobre las fobias y desarbolar los nudosos rencores… y tal vez ensayar entre otras letras la forma de contarlo, aunque hoy se hayan sumado a la nostalgia y decidan evadirse de mis manos y adueñarse de las suyas.
Mario Benedetti siempre se me ocurrió eterno.
Ahora lo es.
no exactamente más linda
ni más fuerte
ni más dócil
ni más cauta
tan sólo que vas a llegar distinta
Fragmento de “Bienvenida”, de Mario Benedetti
Supongo que tuvo razón después de todo. De todo este tiempo de reconocerlo en la letra, en las bandas de sonido de mis recuerdos, de esa noche a dos voces con Daniel Viglietti que me conmovió el alma…
Quién sabe si realmente hubiera querido llegar distinta a este día en el que decir adiós no me sale.
Recuerdo haber festejado cumpledías, cambiando estatutos y horóscopos como lo sugería, aprendiendo a manar amor sin miseria y añorando que esos júbilos y lealtades que me prometía desde el papel me rodearan cuanto antes como ángeles o veleros.
No temí perderme en esa laguna insomne, inmóvil y paciente. De alguna extraña manera, sus palabras fueron relato y conjuro. Las leí, nos hicimos cómplices, me acompañaron en el camino y luego volvieron a sus páginas.
De los poetas que han puesto su voz en mi vida, él fue el más real.
Fue el que me mostró el mapa de un amor sin desesperación y con dimensiones palpables, el que me reconcilió con la nostalgia de ser humana a pesar del mundo, el que me reencontró con mi mirada en el espejo.
De algún modo siempre pensé que -guiada por esa voz- yo volví a mi vida, a un camino que entre remiendos se fue alejando de las penas.
Cómo se agradece ese estar quizás nunca lo sepa. Los poetas parten y nos dejan empequeñeciendo ante su ausencia.
Y así de mínima no puedo sino callar, refugiarme en sus libros, recordarme que me legó el poder de volar gaviotamente sobre las fobias y desarbolar los nudosos rencores… y tal vez ensayar entre otras letras la forma de contarlo, aunque hoy se hayan sumado a la nostalgia y decidan evadirse de mis manos y adueñarse de las suyas.
Mario Benedetti siempre se me ocurrió eterno.
Ahora lo es.