Catarsis

Voy al coliseo a prenderme fuego
(mi racha de novato nunca cambiará)
Por favor que el adiós no se alargue…
me cansé de tanto esperar.
Cuando el fuego crezca quiero estar allí.

Será cierto aquello que me gusta creer, que las historias rondan a quienes escriben hasta que dan con la puerta entornada para colarse entre los dedos con voz de cuento.
Para muestra, hace muchos años esta palabra y yo nos encontramos en tono de infancia. Hace un par de noches, volvió a mi aire y me tomó por sorpresa. Y de repente fue como si la hubiera estado esperando para arrancar este racconto post-electoral que no terminaba de encontrar rumbo ni forma de tan caótico.

Palabra justa para esta época en la que los estertores de las urnas no parecieran cesar.
Como si todos hubieran estado esperando una liberación demasiado postergada, el flujo de declaraciones, posicionamientos y demandas no descansa.
La voz hasta ayer moderada hoy se revela crítica, la mano tendida para acompañamientos se desdice hacia el espacio propio acorazado en porcentajes, la mesa puesta para pocos ve cómo se arriman sillas y codazos. Los intereses permanentes se hacen cómplices y las lealtades se reacomodan.

Todo es pertinente, a tempo, un paso de danza largamente ensayado en salones privados esperando sus quince minutos de gloria bajo las luces de la fiesta.
La jerarquía se deja de lado cuando se pelea por el podio. Intendentes, gobernadores, ministros, legisladores, dirigentes. Todos se apuran a una línea de partida falsamente pareja que los desafía a ir por más. El nuevo credo esgrimido desde carteles, cánticos y cantos de sirena que dan paso a una matemática maniquea en la que a todos les da… cuando lo cierto es que a no muchos les alcanza y las bendiciones recaen sobre aún menos.

El politongo –raza dirigente del siglo XXI- se estrena una y otra vez en un festín de poder multimediático que lo deja entre la mesa de Mirtha, el piso de Marcelo, el circo de Jorge y todo cuanto micrófono lo requiera en tránsito.
Aún repite, en muchos casos, las frases medidas hasta el cansancio. Quizás porque el discurso propio todavía está gestándose, quizás porque así es menos fácil pasar de la seguridad al desliz. Como fuere, este es el producto de la hora y, cuanto más cercano y carismático sea, mejores serán los resultados del escrutinio.
Todos tienen algo para vender. Desde sus logros hasta sus gestiones, desde sus ideas hasta sus archivos. Y todos tienen, al mismo tiempo, algo para recordar aunque sea sin rubores. Las fotos de décadas pasadas que los muestran alternando con ángeles ahora caídos se convierten en sombra que acecha pero perdona. Al fin y al cabo, los no-éxitos también se maquillan y disimulan entre las omisiones.
Llegarán a la meta sólo los jugadores que hayan sabido cómo equilibrarse en las delgadas líneas rojas, en tanto que los otros peones del poder, desde el lateral del tablero, esperarán por otra partida mejor jugada.

En la danza de la catarsis, con chamanes que se turnan para sacar algo en claro, sólo resta aceptar que los tiempos cambian, que los ritmos son otros y que la vieja política está irredenta y perdida en un minuto a minuto que nos dice no sólo quién-es-quién sino también por cuánto tiempo.
Y a pesar de comprenderlo, toda la idea catártica me hace ruido.
Experiencia purificadora o no, suena a endilgarle al otro algo que no quiere ni elije.
O quizás la mire de reojo porque, tras rumiarla un par de trasnoches, tal vez admita como cierto que todos en alguna medida hacemos catarsis con el tiempo y espacio que nos tocan en suerte, sin siquiera jugarnos el sillón, la banda ni el bastón de nada.
Liberarnos de pesos que se nos acumulan por el devenir de realidades, que no siempre responden a los planes y nos dejan bajo parvas de decepción, se nos ocurre simple y tentador. Y al fin y al cabo, ¿qué podría resultarnos más atractivo, débiles humanos que somos, que quemarnos en esas hogueras de vanidades?
Politongos, periodistongos, simulados prescindentes. Todos lidiando con este destino esquivo, amuchados en la misma pira humeante. Y si acaso alguien quedara fuera de este juego… pues, nos lo demande.