Nunca la novia
Un viejo dicho popular reza: “siempre la dama de honor, nunca la novia”.
Tal pareciera que el futuro político de Comodoro Rivadavia se niega a encorsetarse en ese traje blanco y a medio apolillar que descansa en el fondo del ropero, a la eterna espera de ser usado.
De un esquema todopoderoso que la situaba al fin en el centro de la escena, con cánticos y carteles de victoria que veían en el 2011 una marca con impronta local, la bella Comodoro ha pasado a ser una vez más la presa fácil de la ambición electoral de otros que siempre, por experiencia, la tienen más clara. O sea, el novio se le fugó a dos pasos del altar.
Le pasó a la Comodoro radical, cuando el aparato valletano que responde a Mario Cimadevilla se mostró impermeable a la avanzada de Pedro Peralta, aunque los números finales jugaran más a su favor.
Le pasó a la PACHista, cuando las internas le guiñaron un ojo al tradicional Roque González contra el aparato escindido del ruedo local, encabezado por Federico Pichl.
Le pasó a la ARIsta, cuando la yunta tiró para el lado de la referente histórica Irma García y dejó fuera del armado a la promesa de Javier Genta.
Y ahora le pasa a la omnímoda Comodoro peronista, que ve rodar cabezas como si de un juego de bowling se tratara. Alguna siempre terminará impactando de lleno en los bloques alineados -al fin y al cabo siempre ha sido cuestión de tiempo- y se los llevará consigo hacia cuatro-a-ocho años de ostracismo, hasta que puedan volver a armarse y perdonarse para compartir en fila ese espacio.
A la única fuerza que ha respondido la caprichosa Comodoro es a la de los matadores, por identificación o por puro gusto. Como raza política, es esa que se planta frente a los esquemas partidarios hasta que los doblega o los rompe. Una en la que conviven especies exóticas como las de Ricardo Astete y Néstor Di Pierro. A veces mimados –aunque no consagrados- por el voto popular y otras por los coros partidarios, en ocasiones protagonistas de golpes de timón impensados, y la mayor parte de las veces hábiles actores capaces de reconocer las sombras detrás de los tronos y hacerlas jugar a su favor hasta hacer temblar coronas.
Como sociedad y como casta política, a Comodoro nunca le han gustado los intrusos, aunque tolera mejor los abusos de propios y ajenos como si fueran parte de su karma. Aunque crea el versito todo el tiempo que sea necesario para que la dejen tranquila rumiando su mala suerte y haciendo su juego, el resentimiento se le cuela por las heridas que demuestran estar siempre abiertas y sangrantes.
Quizás sea por ello que se le da tan bien esa dicotomía de abrazar los ideales con fuerza para dejarlos ir sin pelear, conformarse con lo que queda añorando mucho más, y vagar entre el reclamo y la indeferencia ante la visión de lo perdido.
Quizás sea por ello que paga cuentas que capitalizan en otras bancas y se convierte en el cordero de sacrificio para el asado que se come en mesas a las que no está sentada.
En suma, como repiquetea el coro del viejo credo local, quizás sea porque somos gente de trabajo, no gente de poder.
Es hora que nos demos cuenta, en especial tras la última visita polémika a Puerto Madryn: el 2011 es casi seguro que no verá un candidato a gobernador surgido del poder comodorense.
No existe un hombre ni una mujer con el perfil que la competitividad del juego exige hoy por hoy.
En el terreno de los quizás, en los que París entra en una botella, podríamos pensar en un radicalismo o arco opositor con el eje de poder modificado que le permitiera ver la oportunidad, pero al menos en el ruedo oficialista las fichas están puestas en otros casilleros.
A la vista está que Comodoro apenas ha sido capaz, ante la primera embestida, de echar mano al capote y plantarse frente al toro, uno que sospecho no arrasó con todo sencillamente porque no quiso.
Comodoro ya no será la novia, a lo sumo quizás la quinceañera con la que todos quieran bailar, o la dama de honor que ocupe un discreto y necesario segundo lugar.
Recibirá visitas, se sacará fotos, colgará carteles, tocará bocina en las caravanas, voceará nombres de matadores… y todo será parte del festejo de otros.
¿Fue buena la ilusión mientras duró? Sí. Fue buena.
Ahora resta ver si, en la feria de delirios y vanidades que nos lleva al 2011, al fin alguien pone los pies sobre la tierra, comienza a pensar en serio en concretar un futuro mejor y se decide a hacer la diferencia.
Es que, como bien dirían las tías, Comodoro ya está en edad de merecer.
Tal pareciera que el futuro político de Comodoro Rivadavia se niega a encorsetarse en ese traje blanco y a medio apolillar que descansa en el fondo del ropero, a la eterna espera de ser usado.
De un esquema todopoderoso que la situaba al fin en el centro de la escena, con cánticos y carteles de victoria que veían en el 2011 una marca con impronta local, la bella Comodoro ha pasado a ser una vez más la presa fácil de la ambición electoral de otros que siempre, por experiencia, la tienen más clara. O sea, el novio se le fugó a dos pasos del altar.
Le pasó a la Comodoro radical, cuando el aparato valletano que responde a Mario Cimadevilla se mostró impermeable a la avanzada de Pedro Peralta, aunque los números finales jugaran más a su favor.
Le pasó a la PACHista, cuando las internas le guiñaron un ojo al tradicional Roque González contra el aparato escindido del ruedo local, encabezado por Federico Pichl.
Le pasó a la ARIsta, cuando la yunta tiró para el lado de la referente histórica Irma García y dejó fuera del armado a la promesa de Javier Genta.
Y ahora le pasa a la omnímoda Comodoro peronista, que ve rodar cabezas como si de un juego de bowling se tratara. Alguna siempre terminará impactando de lleno en los bloques alineados -al fin y al cabo siempre ha sido cuestión de tiempo- y se los llevará consigo hacia cuatro-a-ocho años de ostracismo, hasta que puedan volver a armarse y perdonarse para compartir en fila ese espacio.
A la única fuerza que ha respondido la caprichosa Comodoro es a la de los matadores, por identificación o por puro gusto. Como raza política, es esa que se planta frente a los esquemas partidarios hasta que los doblega o los rompe. Una en la que conviven especies exóticas como las de Ricardo Astete y Néstor Di Pierro. A veces mimados –aunque no consagrados- por el voto popular y otras por los coros partidarios, en ocasiones protagonistas de golpes de timón impensados, y la mayor parte de las veces hábiles actores capaces de reconocer las sombras detrás de los tronos y hacerlas jugar a su favor hasta hacer temblar coronas.
Como sociedad y como casta política, a Comodoro nunca le han gustado los intrusos, aunque tolera mejor los abusos de propios y ajenos como si fueran parte de su karma. Aunque crea el versito todo el tiempo que sea necesario para que la dejen tranquila rumiando su mala suerte y haciendo su juego, el resentimiento se le cuela por las heridas que demuestran estar siempre abiertas y sangrantes.
Quizás sea por ello que se le da tan bien esa dicotomía de abrazar los ideales con fuerza para dejarlos ir sin pelear, conformarse con lo que queda añorando mucho más, y vagar entre el reclamo y la indeferencia ante la visión de lo perdido.
Quizás sea por ello que paga cuentas que capitalizan en otras bancas y se convierte en el cordero de sacrificio para el asado que se come en mesas a las que no está sentada.
En suma, como repiquetea el coro del viejo credo local, quizás sea porque somos gente de trabajo, no gente de poder.
Es hora que nos demos cuenta, en especial tras la última visita polémika a Puerto Madryn: el 2011 es casi seguro que no verá un candidato a gobernador surgido del poder comodorense.
No existe un hombre ni una mujer con el perfil que la competitividad del juego exige hoy por hoy.
En el terreno de los quizás, en los que París entra en una botella, podríamos pensar en un radicalismo o arco opositor con el eje de poder modificado que le permitiera ver la oportunidad, pero al menos en el ruedo oficialista las fichas están puestas en otros casilleros.
A la vista está que Comodoro apenas ha sido capaz, ante la primera embestida, de echar mano al capote y plantarse frente al toro, uno que sospecho no arrasó con todo sencillamente porque no quiso.
Comodoro ya no será la novia, a lo sumo quizás la quinceañera con la que todos quieran bailar, o la dama de honor que ocupe un discreto y necesario segundo lugar.
Recibirá visitas, se sacará fotos, colgará carteles, tocará bocina en las caravanas, voceará nombres de matadores… y todo será parte del festejo de otros.
¿Fue buena la ilusión mientras duró? Sí. Fue buena.
Ahora resta ver si, en la feria de delirios y vanidades que nos lleva al 2011, al fin alguien pone los pies sobre la tierra, comienza a pensar en serio en concretar un futuro mejor y se decide a hacer la diferencia.
Es que, como bien dirían las tías, Comodoro ya está en edad de merecer.