No dañarás
"El mejor médico es Aerolíneas Argentinas"
Qué comodorense no ha escuchado alguna vez esta famosa frase? Si alguien se detuvo a pensarla o no, es un detalle adicional. Pero quién, teniendo la posibilidad económica, no se ha subido a un avión en busca de mejores horizontes para su salud? A veces, hasta los viejos médicos caen en un rapto de sinceridad y aconsejan a sus pacientes, conocidos o amigos más cercanos que busquen la solución, una alternativa, una segunda opinión en otro lado. A veces lo hacen por verdadero sentido de responsabilidad médica, otras veces porque son humildes y reconocen sus limitaciones, pero la mayoría de las veces el consejo pasa por un reconocimiento implícito de que el ruedo local ofrece más riesgos que aciertos.
Cuando se pasa de la enfermedad a la necesidad inmediata, la historia se hace urgente y deja el campo de lo anecdótico. La escasez de camas para internación, la falta de ambulancias, un sistema de emergencias que no soportaría el peso adicional de ningún imprevisto nos pone a todos en riesgo.Puedo contar a mi alrededor varios casos que, con el tiempo, se van transformando de incredulidad a leyenda urbana, pasando por la indignación, la impotencia, el dolor de no poder cambiar nada y que a nadie -o valdrá ser justo y decir "casi nadie"?- le importe.
Quizás si les dijera de aquel sábado al mediodía en el que recorrimos con una amiga todos los números de emergencia conocidos para conseguir una ambulancia para su mamá, en una condición más que delicada. La necesitábamos, claro. Para qué más una persona normal llama con desesperación a un número de emergencia? Demás está decir que no había una sola ambulancia disponible en toda la ciudad. La generosidad de un comunicador social y la predisposición del director de una cobertura de emergencias médicas hizo posible el "milagro". Antes de llegar a ellos, la debacle. Sabés qué es llorar de impotencia? Yo lo recordé ese día.
Tal vez podría contarles de un bebé que nació con una condición llamada "pie Bott". Qué es? "Una enfermedad congénita que compromete a casi todos los huesos del pie, de origen desconocido, pero de presentación de 1 entre mil nacimientos vivos con padres supuestamente normales. Es un defecto permanente del pie, de manera que éste no descansa en el suelo en sus puntos normales de apoyo". Una entre mil. Y él fue quien pasó por meses de yesos, kinesiología y consultas sólo para llegar -por lucidez y lucha de sus padres- a La Plata, donde un verdadero especialista les dijo que habían perdido meses de tiempo y todo el tratamiento aplicado no sólo había sido incorrecto sino contraproducente. Meses... "sus" primeros meses en la vida. En manos de un reconocido profesional traumatólogo de nuestra ciudad que lo condenó a años de atraso. Si él fuera menos maravilloso, si sus padres fueran más sumisos, si no hubieran tenido el acceso a la información y los medios para llegar al profesional correcto... qué hubiera sido de él? Quizás lo que es de otros chicos en su condición, en esta misma ciudad.
O quizás mejor les cuento de aquel otro nacimiento, con toda la alegría de la bienvenida opacada por un obligado paso por la UTIN. Paso financiado, por supuesto, por la renombrada obra social de sus padres. Fue sólo una noche, un rato, como para justificar. El chico estaba perfectamente sano, claro, confirmado por el propio obstetra del caso; pero la práctica era común.
Y si te cuento de aquella guardia en reconocido sanatorio privado que no tenía un pediatra cumpliendo con la guardia en sí y a varias personas con sus hijos esperando horas a que llegara alguno? Se asentó la situación en el Libro de Quejas. Y todo murió ahí.
O hablemos de aquella persona que tenía el mismo nombre que otra y sus tratamientos se intercambiaron sin que nadie lo notara, con consecuencias fatales para una de ellas.
Párrafo aparte aquí para las obras sociales, que muchas veces no cubren sin carta documento mediante denunciando "abandono de persona". O las clínicas que bajan la basura en el mismo ascensor en el que transportan a sus pacientes. O el tener que esperar meses para que alguien vea a tu hijo, a tu padre, a tu hermano, o a vos mismo con un turno carente de toda lógica. O la falta de profesionales e instituciones psiquiátricas, que traten a los pacientes con dignidad y seriedad. O la falta de recursos materiales para brindar atención con total propiedad. O los sanatorios privados que no mantienen historias clínicas, borrando todo registro lógico y debido de un tratamiento por profesionales de ese lugar. Y, si quisiéramos entrar en el terreno de la desidia total, podríamos hablar de aquellos médicos que trabajan en casos tan sensibles como los oncológicos y que carecen de la mínima calidad humana -por no mencionar el sentido de la educación y el respeto- por sus víctimas-pacientes.
Seguro que existen las excepciones y son las que salvan el honor de toda la profesión. La pregunta es: sus colegas lo merecen?
En esta Argentina en la que es noticia el bochazo masivo a la carrera de Medicina, año tras año, quizás habría que examinar a algunos profesionales del sector sobre bases regulares... y, por qué no, también bocharlos.
En ciudades como la nuestra, con tantos y tan crasos errores, por qué no considerar la existencia permanente de un Comité de Ética, ante el cual una persona cualquiera pudiera denunciar casos de mala praxis y estos ser investigados de una manera apropiada por profesionales idóneos e imparciales? De qué mueren los que mueren? Realmente toda muerte es inevitable? O quizás se debió a algo o a alguien más allá de su enfermedad? Qué derechos nos asisten y cómo los podemos hacer valer? Ser más rico o más pobre también hace la diferencia entre la vida y la muerte?
"Llevaré adelante ese régimen, el cual de acuerdo con mi poder y discernimiento será en beneficio de los enfermos y les apartará del perjuicio y el terror".
Esta es quizás una de las pocas partes del Juramento Hipocrático que aún mantiene su actualidad y pasa de lo simbólico.Cuántos serán los que la recuerdan y ejercen día tras día?
Cuando es la vida la que está en juego, ningún cuidado es un exceso. Y cuando se trata de la vida de un ser querido, el total sentimiento de impotencia nos lleva a confiar en quienes debieran saber más. Traicionar esa confianza es lo condenable.