Grandes bolas de fuego
Uno de los hechos insólitos de los pasados días comodorenses ha sido la caída de una bola de fuego frente a la costa de la ciudad. Les juro que hay varios testigos.
Nadie atina a dar una explicación científica ni mucho menos y, a través de comentarios virtuales y no sin humor, los lectores de uno de los diarios locales se encargaron de especular que se trataría de marcianos enterados de la posibilidad de usurpar tierras hasta una nueva estrategia petrolera para tomar plantas de almacenamiento costeras.
Muchos, con menos humor y hasta alivio, celebran que la trayectoria del objeto desconocido haya terminado en el mar y aseguran que lo último que la faltaría a la actual administración municipal sería lidiar con un impacto profundo en pleno centro de la ciudad.
Rodeando el evento, otras bolas de fuego han ido cayendo sobre el cada vez más bombardeado campo de la política local.
La elección de Ricardo Trovant como vocero de la gestión ante la problemática suscitada por las ocupaciones ilegales de tierra no ha sido tan acertada en vista de sus resultados. Con una amplia experiencia municipal en su haber y siempre en áreas relacionadas con el tema, su intervención pública levantó más indignación que tranquilidad y los interrogantes a los que se ha enfrentado desde ciudadanos y medios lo han dejado en un brete con mucha frustración y poco esclarecimiento sobre la política a seguir.
Menos afortunadas han sido las declaraciones públicas de Josefina Bidondo, también funcionaria del área afectada, que en línea con el discurso oficial atinó a considerar a los vecinos como custodios de la tierra, abriendo un frente de conflicto social ya de por sí de un equilibrio muy precario.
La juventud de Guillermo Almirón le jugó un mala pasada para un momento en el que el perfil del cargo que -hay que reconocerlo- ha desempañado con cierta pericia, era la piedra angular para comenzar a descomprimir la presión social, mostrando una figura de autoridad a cargo de la resolución del conflicto.
Tampoco ayudó el ahora miembro del Gabinete de Tierras y entonces responsable del área Martín Galíndez. Ante la presión mediática sólo atinó a emitir un diagnóstico que consideraba al problema como uno histórico de índole social, para luego dimitir en menos de 24 horas dejando el paso a un tímido Domingo Squillace que no termina de cerrar con el perfil que requiere por estas horas la gestión aunque muchos apuntan a su capacidad de trabajo y sostienen la esperanza de una buen desempeño en el tiempo.
Para una sociedad hastiada de las soluciones por las malas y con vía libre, estas intervenciones y omisiones han sido leña y fuego al mismo tiempo.
Mientras tanto, malentendido ha sido el juego democrático cuando un grupo de vecinalistas y partidarios ha decidido en las últimas horas erigirse como defensores y custodios del sistema ante la inminencia de una marcha organizada por un grupo de extrema izquierda. Toma del edificio municipal mediante, el resultado ha sido una condena generalizada tanto por el rol de la agrupación como el que han venido a desempeñar los supuestos custodios. Prácticas e internas de la vieja política que se aplican a los tiempos en los que las reglas han mutado y el ciudadano promedio está más informado de lo que muchos han decidido creer. En suma, más daño acumulado sobre un área ya declarada de desastre.
Impasibles vemos el vaivén del precio del petróleo que ya está llevando a las grandes operadoras a reformular su tablero 2009, un replanteo que impacta de lleno en economías petro-dependientes como la nuestra. Visto con luces de alarma por otras provincias y ciudades en nuestra misma condición, aquí nos instalamos en la butaca de la autonegación esperando que un milagro inesperado nos proteja de despidos masivos y quiebres del sistema financiero-comercial local.
También ante esta esfera brillante se quedan atónitos quienes tienen la responsabilidad de administrar y prever el futuro del sustento y desarrollo local. Días atrás el propio Ministro de Economía de la provincia ya advertía un panorama difícil si el precio del barril continuaba en la franja actual y más allá de ello poco se sabe de cómo afrontarán las arcas municipales ya en rojo los meses por venir.
En medio de todo, la inseguridad sigue su paso redoblado e impune. Entre jueces que liberan delincuentes apresados por una policía, cada día más superada por la falta de recursos humanos y materiales, y el ojo ciudadano que se decepciona y frustra cada vez que se suma una víctima.
Ni siquiera en este caso el Municipio ha tenido una voz, aunque más no sea para hacerse eco de las preocupaciones de sus ciudadanos ante instancias superiores que debieran también ser superadoras.
Quizás la Administración Buzzi tenga integrantes muy capacitados, un coro de ideas brillantes de progreso para la ciudad y la visión para concretarlas sin desvíos ni demoras.
Quizás sí exista un plan maestro después de todo.
Más allá de la decadencia urbana, la insuficiencia de controles, la necesidad de recaudación que los lleva a una política impositiva irreal para tiempos de crisis.
Más allá de la falta de previsión y planificación que hace de cada suceso una crisis fuera de control.
Más allá de las internas y los rumores de salida anticipada que alejan al actual Intendente no sólo de su mandato sino de la promesa de Fontana 2011.
Más allá de todo, quizás sí exista un rumbo que todavía no logra zafar de la comezón del primer año.
Lo cierto es que, plan existente o no, en lo que sí ha fallado esta administración hasta ahora es en comunicar los progresos y los logros que se pierden en la maroma, en explicar los desaciertos con lógica y argumentos válidos, en escuchar y hacerse oír, en buscar apoyos e inspirar confianzas, en compartir la visión y la hoja de ruta, y de alguna extraña manera en trabajar para lo que la ciudad realmente necesita.
Con este esquema de sucesión de errores, sólo ha logrado alejarse de los intereses de la ciudadanía y decepcionar como herramienta de cambio.
Y esa sí es una gran bola de fuego que, en plena combustión con los ánimos imperantes, amenaza arrasar con todo.
Nadie atina a dar una explicación científica ni mucho menos y, a través de comentarios virtuales y no sin humor, los lectores de uno de los diarios locales se encargaron de especular que se trataría de marcianos enterados de la posibilidad de usurpar tierras hasta una nueva estrategia petrolera para tomar plantas de almacenamiento costeras.
Muchos, con menos humor y hasta alivio, celebran que la trayectoria del objeto desconocido haya terminado en el mar y aseguran que lo último que la faltaría a la actual administración municipal sería lidiar con un impacto profundo en pleno centro de la ciudad.
Rodeando el evento, otras bolas de fuego han ido cayendo sobre el cada vez más bombardeado campo de la política local.
La elección de Ricardo Trovant como vocero de la gestión ante la problemática suscitada por las ocupaciones ilegales de tierra no ha sido tan acertada en vista de sus resultados. Con una amplia experiencia municipal en su haber y siempre en áreas relacionadas con el tema, su intervención pública levantó más indignación que tranquilidad y los interrogantes a los que se ha enfrentado desde ciudadanos y medios lo han dejado en un brete con mucha frustración y poco esclarecimiento sobre la política a seguir.
Menos afortunadas han sido las declaraciones públicas de Josefina Bidondo, también funcionaria del área afectada, que en línea con el discurso oficial atinó a considerar a los vecinos como custodios de la tierra, abriendo un frente de conflicto social ya de por sí de un equilibrio muy precario.
La juventud de Guillermo Almirón le jugó un mala pasada para un momento en el que el perfil del cargo que -hay que reconocerlo- ha desempañado con cierta pericia, era la piedra angular para comenzar a descomprimir la presión social, mostrando una figura de autoridad a cargo de la resolución del conflicto.
Tampoco ayudó el ahora miembro del Gabinete de Tierras y entonces responsable del área Martín Galíndez. Ante la presión mediática sólo atinó a emitir un diagnóstico que consideraba al problema como uno histórico de índole social, para luego dimitir en menos de 24 horas dejando el paso a un tímido Domingo Squillace que no termina de cerrar con el perfil que requiere por estas horas la gestión aunque muchos apuntan a su capacidad de trabajo y sostienen la esperanza de una buen desempeño en el tiempo.
Para una sociedad hastiada de las soluciones por las malas y con vía libre, estas intervenciones y omisiones han sido leña y fuego al mismo tiempo.
Mientras tanto, malentendido ha sido el juego democrático cuando un grupo de vecinalistas y partidarios ha decidido en las últimas horas erigirse como defensores y custodios del sistema ante la inminencia de una marcha organizada por un grupo de extrema izquierda. Toma del edificio municipal mediante, el resultado ha sido una condena generalizada tanto por el rol de la agrupación como el que han venido a desempeñar los supuestos custodios. Prácticas e internas de la vieja política que se aplican a los tiempos en los que las reglas han mutado y el ciudadano promedio está más informado de lo que muchos han decidido creer. En suma, más daño acumulado sobre un área ya declarada de desastre.
Impasibles vemos el vaivén del precio del petróleo que ya está llevando a las grandes operadoras a reformular su tablero 2009, un replanteo que impacta de lleno en economías petro-dependientes como la nuestra. Visto con luces de alarma por otras provincias y ciudades en nuestra misma condición, aquí nos instalamos en la butaca de la autonegación esperando que un milagro inesperado nos proteja de despidos masivos y quiebres del sistema financiero-comercial local.
También ante esta esfera brillante se quedan atónitos quienes tienen la responsabilidad de administrar y prever el futuro del sustento y desarrollo local. Días atrás el propio Ministro de Economía de la provincia ya advertía un panorama difícil si el precio del barril continuaba en la franja actual y más allá de ello poco se sabe de cómo afrontarán las arcas municipales ya en rojo los meses por venir.
En medio de todo, la inseguridad sigue su paso redoblado e impune. Entre jueces que liberan delincuentes apresados por una policía, cada día más superada por la falta de recursos humanos y materiales, y el ojo ciudadano que se decepciona y frustra cada vez que se suma una víctima.
Ni siquiera en este caso el Municipio ha tenido una voz, aunque más no sea para hacerse eco de las preocupaciones de sus ciudadanos ante instancias superiores que debieran también ser superadoras.
Quizás la Administración Buzzi tenga integrantes muy capacitados, un coro de ideas brillantes de progreso para la ciudad y la visión para concretarlas sin desvíos ni demoras.
Quizás sí exista un plan maestro después de todo.
Más allá de la decadencia urbana, la insuficiencia de controles, la necesidad de recaudación que los lleva a una política impositiva irreal para tiempos de crisis.
Más allá de la falta de previsión y planificación que hace de cada suceso una crisis fuera de control.
Más allá de las internas y los rumores de salida anticipada que alejan al actual Intendente no sólo de su mandato sino de la promesa de Fontana 2011.
Más allá de todo, quizás sí exista un rumbo que todavía no logra zafar de la comezón del primer año.
Lo cierto es que, plan existente o no, en lo que sí ha fallado esta administración hasta ahora es en comunicar los progresos y los logros que se pierden en la maroma, en explicar los desaciertos con lógica y argumentos válidos, en escuchar y hacerse oír, en buscar apoyos e inspirar confianzas, en compartir la visión y la hoja de ruta, y de alguna extraña manera en trabajar para lo que la ciudad realmente necesita.
Con este esquema de sucesión de errores, sólo ha logrado alejarse de los intereses de la ciudadanía y decepcionar como herramienta de cambio.
Y esa sí es una gran bola de fuego que, en plena combustión con los ánimos imperantes, amenaza arrasar con todo.