Hay equipo
Hoy cerró la primera encuesta que decidí incluir en este espacio. La consigna era: “Si Mario Das Neves fuera candidato a Presidente en el 2011…” y las posibles respuestas pasaban por “lo votaría”, “no lo votaría” y “no sé si lo votaría”.
Once lectores contestaron la encuesta.
Se me dirá -y yo lo aceptaré- que es un número ínfimo. Ni siquiera da para un diminuto botón de muestra.
Como sea, es interesante. Si de 11 personas, dos lo votarían, dos no saben y siete optan por el absoluto no, quizás algo se pueda leer detrás de las líneas ajustadas y llevar a números más grandes.
Dejaremos las lecturas para los Richelieu de bolsillo que rondan -y en hordas a veces- a las figuras de poder por estas tierras, mientras olfateamos en el aire esa máxima argenta que indica que la misma fuerza que sostiene es la que un día se cansa y aplasta.
Estos últimos cuatro años para muchos tienen el signo de la desesperación, de acomodar el ganado antes de que se cierren las tranqueras de acceso tan bien habilitadas. Para otros es sólo un cambio porque, sin importar de dónde sople el viento, la veleta siempre les señala un horizonte. Y para algunos pocos, el libro de la historia sale de abajo del brazo que lo tenía asegurado y se abre, dándoles un vistazo no generoso pero sí añorado de los roles que podrían llegar a representar.
2009 y 2011 son dos paradas de un tren que va a dejar a muchos pasajeros en el andén, esperando el próximo. Y al mismo tiempo, son los tableros de dos partidas sincronizadas en estrategia y objetivos en las que se juega la supervivencia del unipartidismo imperante desde la crisis de la Alianza.
En Chubut, la danza de nombres ya está marcando los primeros pasos y muchos de los que van ganando la pista son bailarines de cuerda, lo que lleva a pensar que aunque la aspiración presidencial no prospere, hay una silla de la mesa chubutense que estará ocupada por un buen tiempo. Y en esa rueda de caras conocidas y añosas, esa presencia también representará una renovación.
Por mi parte, en este costado de todos los juegos de mesa, me reconforta tenerlos a ustedes once del otro lado.
Ahora hay equipo. Y entonces podemos empezar a soñar con salir a la cancha, robarle el campeonato al club más grande y pelear el ascenso.
Aunque más no sea por la camiseta, allá vamos.
Once lectores contestaron la encuesta.
Se me dirá -y yo lo aceptaré- que es un número ínfimo. Ni siquiera da para un diminuto botón de muestra.
Como sea, es interesante. Si de 11 personas, dos lo votarían, dos no saben y siete optan por el absoluto no, quizás algo se pueda leer detrás de las líneas ajustadas y llevar a números más grandes.
Dejaremos las lecturas para los Richelieu de bolsillo que rondan -y en hordas a veces- a las figuras de poder por estas tierras, mientras olfateamos en el aire esa máxima argenta que indica que la misma fuerza que sostiene es la que un día se cansa y aplasta.
Estos últimos cuatro años para muchos tienen el signo de la desesperación, de acomodar el ganado antes de que se cierren las tranqueras de acceso tan bien habilitadas. Para otros es sólo un cambio porque, sin importar de dónde sople el viento, la veleta siempre les señala un horizonte. Y para algunos pocos, el libro de la historia sale de abajo del brazo que lo tenía asegurado y se abre, dándoles un vistazo no generoso pero sí añorado de los roles que podrían llegar a representar.
2009 y 2011 son dos paradas de un tren que va a dejar a muchos pasajeros en el andén, esperando el próximo. Y al mismo tiempo, son los tableros de dos partidas sincronizadas en estrategia y objetivos en las que se juega la supervivencia del unipartidismo imperante desde la crisis de la Alianza.
En Chubut, la danza de nombres ya está marcando los primeros pasos y muchos de los que van ganando la pista son bailarines de cuerda, lo que lleva a pensar que aunque la aspiración presidencial no prospere, hay una silla de la mesa chubutense que estará ocupada por un buen tiempo. Y en esa rueda de caras conocidas y añosas, esa presencia también representará una renovación.
Por mi parte, en este costado de todos los juegos de mesa, me reconforta tenerlos a ustedes once del otro lado.
Ahora hay equipo. Y entonces podemos empezar a soñar con salir a la cancha, robarle el campeonato al club más grande y pelear el ascenso.
Aunque más no sea por la camiseta, allá vamos.