Paréntesis
Hoy no tengo ganas de pensar en tableros políticos ni vanidades del mismo ramo.
Sí quiero escribir, desde hace unos días, sobre algo importante que nos estuvo pasando y no dependió de urnas, ni de iluminados, ni de posicionamientos.
La semana pasada, por primera vez en mucho tiempo, fuimos una comunidad.
Nos unimos en torno a una causa en común, extraño como suena.
Algunos, por el rédito económico. Otros, por estar ligados a la actividad que convocaba.
Y muchos otros –más anónimos, quizás- por sostener y reconocer el esfuerzo que alguien, a quien sólo conocíamos por nombre o profesión, había hecho para todos.
Es casi un relato épico, donde el héroe no porta espada sino vela, pero al mismo tiempo es una historia de un hombre común y de su gente.
Es la historia de una persona que imagina una oportunidad. Le da forma al ideal y le suma compromiso. Se lanza literalmente al mundo y le cuenta de esa posibilidad, todavía muy pequeña como para poder convertirse en algo palpable. Los años pasan y esos capítulos del camino que todo proyecto recorre se van cerrando y sucediendo. Un día, despertamos sabiendo que todo pasará en el 2008. Y entonces la tarea fuerte comienza: la de dispersar dudas, lograr presencias, sumar apoyos.
Ocho años pasan... Con mejor o peor suerte, con gobiernos entusiastas o indiferentes, construyendo con los pequeños logros que se van sumando.
Quizás ni siquiera valga la pena acordarse de la falta de apoyo del gobierno nacional o de las mega-empresas, del silencio de los multimedios, de las puertas cerrándose incrédulas. Al fin y al cabo, la presencia de muchos donando su tiempo y trabajo ha sido el aporte más grande, el que más ha honrado el espíritu de lucha detrás de las candilejas.
Estimo que en este punto ya saben que hablo del Mundial de Carrovelismo y de Pablo Reyes y su familia.
Este ha sido el paréntesis en el que muchos nos reecontramos con el verdadero sentido de “ser parte”. Parte de una realidad enorme, de un entusiasmo compartido, de un verdadero espíritu de comunidad.
Fue un orgullo. Fue un privilegio. Nos dimos de frente con la realidad más burda de los cuentos de hadas: todo sueño es posible si se pelea por él lo suficiente.
Quizás esta columna de hoy suene idealista, simplona, sin vuelo. Lo lamento si así parece… pero es que, cuando de emociones se trata, es lo que hay.
Y en este año, en el que la sobre-escuchada frase “es lo que hay” justifica tantas carencias, por primera vez puedo susurrarla con profunda emoción.
Sí quiero escribir, desde hace unos días, sobre algo importante que nos estuvo pasando y no dependió de urnas, ni de iluminados, ni de posicionamientos.
La semana pasada, por primera vez en mucho tiempo, fuimos una comunidad.
Nos unimos en torno a una causa en común, extraño como suena.
Algunos, por el rédito económico. Otros, por estar ligados a la actividad que convocaba.
Y muchos otros –más anónimos, quizás- por sostener y reconocer el esfuerzo que alguien, a quien sólo conocíamos por nombre o profesión, había hecho para todos.
Es casi un relato épico, donde el héroe no porta espada sino vela, pero al mismo tiempo es una historia de un hombre común y de su gente.
Es la historia de una persona que imagina una oportunidad. Le da forma al ideal y le suma compromiso. Se lanza literalmente al mundo y le cuenta de esa posibilidad, todavía muy pequeña como para poder convertirse en algo palpable. Los años pasan y esos capítulos del camino que todo proyecto recorre se van cerrando y sucediendo. Un día, despertamos sabiendo que todo pasará en el 2008. Y entonces la tarea fuerte comienza: la de dispersar dudas, lograr presencias, sumar apoyos.
Ocho años pasan... Con mejor o peor suerte, con gobiernos entusiastas o indiferentes, construyendo con los pequeños logros que se van sumando.
Quizás ni siquiera valga la pena acordarse de la falta de apoyo del gobierno nacional o de las mega-empresas, del silencio de los multimedios, de las puertas cerrándose incrédulas. Al fin y al cabo, la presencia de muchos donando su tiempo y trabajo ha sido el aporte más grande, el que más ha honrado el espíritu de lucha detrás de las candilejas.
Estimo que en este punto ya saben que hablo del Mundial de Carrovelismo y de Pablo Reyes y su familia.
Este ha sido el paréntesis en el que muchos nos reecontramos con el verdadero sentido de “ser parte”. Parte de una realidad enorme, de un entusiasmo compartido, de un verdadero espíritu de comunidad.
Fue un orgullo. Fue un privilegio. Nos dimos de frente con la realidad más burda de los cuentos de hadas: todo sueño es posible si se pelea por él lo suficiente.
Quizás esta columna de hoy suene idealista, simplona, sin vuelo. Lo lamento si así parece… pero es que, cuando de emociones se trata, es lo que hay.
Y en este año, en el que la sobre-escuchada frase “es lo que hay” justifica tantas carencias, por primera vez puedo susurrarla con profunda emoción.